Roma/Udine, 2 mar (dpa) – En Italia, un país con una de las mayores tasas de desempleo de la Unión Europea (UE) por detrás de de Grecia y España, encontrar un trabajo es «un trabajo en sí», dice Michela Annunziata, una joven de 24 años de la provincia de Salerno, en el sur del país.
Ella es una de los más de 12.000 candidatos, la mayoría del sur, que viajaron esta semana hasta la región de Friuli-Venecia Julia, en el noreste, para presentarse a un examen público para optar a una de las 466 plazas de enfermería ofertadas, con un sueldo de 1.500 euros (1.850 dólares) al mes.
Conseguir una de esas plazas «sería como jugar en la lotería nacional y ganar un premio de 6.000 millones euros», cuenta otro aspirante de 24 años, Luigi, original de la costa Amalfitana, pero residente en Roma.
Los jóvenes han sufrido desproporcionadamente la recesión récord que azotó Italia tras 2008. El desempleo entre los jóvenes se duplicó, llegando a alcanzar el 43,4 por ciento a principios de 2014, y ahora se encuentra alrededor del 32 por ciento.
dpa conoció a Michela y a Luigi en un aparcamiento en las afueras de Roma y se embarcó con ellos es un viaje nocturno en autobús con otros 50 candidatos para el examen de Friuli, a unos 650 kilómetros al noreste de la capital italiana.
«Los llaman los ‘viajes de la esperanza'», cuenta a dpa el conductor de autobús, Gino. Él y sus compañeros trasladan a los candidatos «hasta dos veces por semana» para realizar exámenes públicos.
«Hemos estado en Foligno, en Umbria, y en todas partes del norte de Italia: Milán, Turín, La Spezia y Parma», indica.
Empezar con estos viajes en autobús fue idea de dos enfermeros desempleados de veintitantos años de la zona de Salerno, Raffaele Di Sieno y Umberto Formisano. Su empresa, Bus To Go, anuncia exámenes para enfermeros y ofrece conexiones en bus en su página de Facebook.
El lunes, Gino salió de Cava dei Tirreni, cerca de Salerno. Recogió a los pasajeros en Roma a las 22:20 (21:20 GMT) y los dejó en la puerta del edificio donde se realizaría el examen en Udine a las 6:40 del martes. Después se fue a dormir y volvió ocho horas después para iniciar el viaje de vuelta.
«Es la primera vez que tomo este autobús, pero en comparación con el coste del billete de tren o de avión, es asequible», cuenta Giovanna, de Ostia, en las afueras de Roma. «En cuanto acaba el examen te llevan de vuelta». Un viaje de ida y vuelta desde Roma hasta Udine cuesta 65 euros.
Viajar de esta forma evita tener que alquilar una habitación de hotel y reduce al mínimo el tiempo que uno toma para hacer el examen. La mayoría de los candidatos ya tienen trabajo, pero son temporales, y sueñan con la seguridad laboral que proporciona el sector público.
Como reflejo de esos sentimientos, durante el viaje a Udine se pronuncia continuamente en tono de broma el nombre de Checco Zalone, un humorista que creó en 2016 el hit «Quo Vado?» (¿Adónde voy?) en el que parodiaba la obsesión de los italianos por conseguir un puesto fijo.
«Mi sueño para el futuro es un trabajo estable», dice Valentino, también de Ostia. «No quiero tener que estar siempre preocupado por cuánto tiempo tendré trabajo. Por supuesto que puedes formar una familia sin un trabajo estable, pero quieres tener una estabilidad para garantizar el futuro a tus hijos».
Con estas preocupaciones, las inminentes elecciones generales del 4 de marzo ofrecen pocas esperanzas. Cabe esperar que la mayoría de los jóvenes del autobús planee votar por el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), el partido anti sistema.
«Definitivamente no voy a votar por los partidos tradicionales», asegura Valentino.
Su éxito entre las generaciones más jóvenes, y en el sur, más desfavorecido, podría ser decisivo para el M5S, que cuenta con menos del 30 por ciento de los apoyos en los sondeos, mientras que el bloque conservador liderado por el ex primer ministro Silvio Berlusconi está en cabeza con el 37 por ciento.
Luigi está más desilusionado y dice que «muchas personas no votarán, habrá una elevada abstención». «Hay demasiado populismo, todos los líderes políticos hacen promesas, pero es difícil creerles. Ya lo hemos visto antes», concluye.
Él y Erika, una amiga suya de la universidad, de 23 años, dicen que se dan «tres o cuatro años» para encontrar un buen trabajo en Italia, si no, se mudarán al extranjero «donde los puestos son un poco mejor».
En noviembre, la agencia nacional de estadística Istat indicó que la tasa anual de emigración italiana se triplicó en una década, hasta 115.000 personas en 2016. Esa cifra incluía a 81.000 adultos mayores de 24 años y casi 25.000 graduados universitarios.
Según la asociación industrial italiana Confindustria, la fuga de cerebros del país es una «emergencia real» que podría reducir el crecimiento económico futuro en un punto porcentual al año. Revertir esta tendencia debería ser una prioridad para cualquiera que gane los comicios del 4 de marzo.
Por Alvise Armellini (dpa)