Berlín (dpa) – Baile flamenco, yoga, culturismo: hasta que la mente se vacíe y el cuerpo se agote. Con ayuda del deporte, la berlinesa Ines Thaller supo abrirse paso en la vida tras la caída del Muro de Berlín.
«El ejercicio físico me proporcionó las herramientas necesarias para volver a sentirme a gusto conmigo misma». Ines tuvo que pasar casi dos años de su vida en un «taller para jóvenes» de la extinta República Democrática Alemana (RDA).
A los 15 años, la rebelde adolescente fue sido ingresada en un hogar juvenil para «niños difíciles». Más tarde fue internada en un taller o reformatorio juvenil.
Estos talleres de la antigua Alemania Oriental eran instituciones en las que niños y jóvenes «problemáticos» eran sometidos a un programa de castigos, maltrato y trabajo sin escuela que tenía como fin reformar su personalidad y hacerlos compatibles con el régimen socialista de la RDA.
Ahora, 30 años después de la caída del Muro de Berlín, la profesora de gimnasia y psicomotricidad ha decidido contar su historia, abiertamente y sin omitir su nombre.
«Poco a poco va disminuyendo el sentimiento de angustia», dice esta madre de dos hijos que se alegra de haber recuperado finalmente el control sobre su propia vida.
Ines Thaller y la pedagoga social Bettina Kielhorn se reúnen en el centro de asesoramiento «Gegenwind» («Viento en contra») en un antiguo edificio del barrio berlinés de Moabit.
Las dos mujeres se encuentran allí todas las semanas para conversar. Explican que se trata de comprender el pasado, negado durante mucho tiempo, y de reconocer que uno no tiene culpa de lo ocurrido.
«Ines Thaller tiene una fuerza increíble», dice la terapeuta Kielhorn. «Y finalmente ha conseguido perdonar». Ines ha logrado recuperar el diálogo con su madre, a pesar de tener con ella una relación extremadamente difícil.
En aquel entonces, Ines tenía un amigo que simpatizaba con Alemania Occidental y que fue denunciado ante la Stasi, la policía secreta. Por las actas conservadas después del fin de la RDA, sabe que la responsable de esta traición fue su madre, que había sido reclutada como confidente del temido órgano de inteligencia de la Alemania comunista.
Con mucha fuerza de voluntad y mediante las charlas con la pedagoga del centro, Thaller puede ahora evaluar la situación de manera más diferenciada y admite la valentía de su madre de hablar con ella sobre el pasado. Al fin y al cabo, ésta pertenece a una generación que mayormente se decidió por permanecer en silencio.
La pedagoga social Kielhorn dice que, aunque la madre estuvo involucrada en la internación de su hija en un reformatorio, después de la caída del Muro le brindó tanto a ella como a sus nietos mucho apoyo.
Ahora se enfrenta al pasado y dice que en aquel entonces se le negó completamente el derecho a la educación. Además, afirma no haber sabido cómo funcionaban estos hogares y talleres de la RDA.
Inaugurado en 1998, «Gegenwind» es el único centro de asesoramiento en toda Alemania que ofrece ayuda a personas políticamente traumatizadas por la dictadura de la RDA.
El objetivo es aliviar los daños psíquicos y físicos derivados de las experiencias que sufrieron los afectados, dice Kielhorn.
«Hablar aquí me ayuda mucho», dice Thaller con una expresión pensativa, «para recuperar mi autoestima y luchar contra la sensación de no ser suficiente».
Durante años había sentido una agresividad latente, y luchó contra constantes ataques de migraña, recuerda la berlinesa.
«Me sentía como si estuviera sentada sobre un polvorín», sin saber que todo estaba relacionado con las experiencias traumáticas vividas en la adolescencia, explica Ines.
Después de pasar por numerosos «hogares infantiles», Thaller fue ingresada en el taller juvenil de Brand-Erbisdorf, en el actual estado federado de Sajonia.
Después de un intento de fuga, fue encerrada en una ocasión en una celda de aislamiento. Durante el día trabajaba montando luminarias para una empresa estatal, sin poder ir a la escuela. El personal de los centros te hacía sentir «como si fueras lo peor del mundo», recuerda.
No era una delincuente, sólo quería hacer lo suyo, dice Thaller en retrospectiva. Su pelo teñido de azul o rosa, la ropa negra que llevaba y ser miembro en una pandilla bastaron para que Thaller fuera clasificada de rebelde e inadaptada.
Según Birgit Neumann-Becker, responsable de la investigación y evaluación de la dictadura comunista de la RDA en el actual estado federado de Sajonia-Anhalt, en la RDA había unos 75 talleres para jóvenes; en 1989 aún eran 31 y tenían casi 3.500 plazas.
El reformatorio juvenil «August Bebel» en Burg (Sajonia-Anhalt) era el mayor de la RDA y contaba con varios centros dependientes en diferentes ciudades.
En el libro «Ich nenne es Kindergeffängnis» («Yo lo llamo cárcel infantil»), el historiador Ralf Marten describe lo poco que bastaba para ser admitido en un hogar especial de la RDA.
Alrededor de 135.000 niños y adolescentes se vieron afectados, muchos de ellos fueron quebrantados con rígidos castigos, dice Marten.
La ministra alemana de Justicia, la socialdemócrata Katarina Barley, presentó recientemente un proyecto de ley que aboga por un mejor apoyo a las víctimas de la arbitrariedad política en la RDA.
El proyecto legislativo fue aprobado por el Gobierno alemán a mediados de mayo. Así quedó despejado el camino para una nueva regulación de la rehabilitación e indemnización de los niños y jóvenes que sufrieron abusos en instituciones de la República Democrática Alemana (RDA).
Las personas afectadas podrán hacer valer sus derechos con más facilidad,para lo que también se han previsto nuevos servicios de asistencia.
Una solicitud reciente de Thaller de una rehabilitación con consecuencias penales fue rechazada. ¿Piensa que la decisión se podrá revertir? Ines se niega a aceptar el veredicto del tribunal. «No voy a dar el brazo a torcer».
Después de la caída del muro, la berlinesa de 48 años se dedicó a recuperar los años perdidos: completó el secundario, hizo realidad su sueño de trabajar como bailarina y tuvo dos hijos.
Además realizó una formación como profesora de gimnasia y psicomotricidad y en la actualidad trabaja en el área del aprendizaje abierto.
Thaller es una enamorada del mar. Allí encuentra paz y fuerza. Porque todavía hay mucho que hacer, dice Ines con determinación. Entre otras cosas: hablar con sus dos hijos sobre el pasado. Con el mayor ya ha comenzado a hacerlo.
Por Jutta Schütz (dpa)