(dpa) – Decenas de frascos de colores, una máquina de tatuar y mucha intuición: estas son las herramientas que utiliza el tatuador Sebastian Makowski, de la norteña ciudad alemana de Hamburgo, para cumplir los deseos de sus clientes.
Desde enero de 2022, sin embargo, la Unión Europea prohíbe muchos de los elementos químicos que contienen varias de las tintas más usadas en los tatuajes. Makowski, que dirige el «salón de tatuajes más antiguo de Alemania», en el emblemático barrio hamburgués de St. Pauli, está preocupado por el inminente fin de los tatuajes de color.
«La pandemia de coronavirus y los prolongados cierres de los establecimientos durante meses, ya nos han pasado factura. Esto empeora aún más la situación», señala. De pronto, ya nadie sabe cuáles son los colores que se pueden incluir en la paleta.
Desde el 4 de enero de 2022, muchas sustancias químicas presentes en las tintas para tatuajes están sujetas a restricciones en toda la Unión Europea en virtud del llamado Reglamento REACH, que se aplica a todas las sustancias químicas de la vida diaria y ha incluido en su lista negra miles de tintas utilizadas en los tatuajes.
En opinión de la Unión Europea, muchas de ellas son potencialmente peligrosas o no han sido suficientemente investigadas. La prohibición se decidió en 2020, y el periodo transitorio ha llegado a su fin. Según la Comisión Europea, el objetivo no es prohibir los tatuajes. La Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA) subraya que el objetivo es «hacer más seguras las tintas para tatuajes y el maquillaje permanente».
Dentro de un año, la industria del tatuaje se enfrentará a nuevas restricciones. A partir de 2023, la UE también quiere prohibir determinados pigmentos azules y verdes. Según la ECHA, no está demostrado que estos sean seguros y se sospecha que pueden ser cancerígenos.
En consecuencia, la mayoría de los colores de los tatuajes utilizados hasta ahora están prohibidos en su composición actual, especialmente los de color. En la actualidad, los únicos colores disponibles en el mercado alemán que cumplen la normativa de la UE son el negro, el gris y el blanco.
Sebastian Makowski calcula que esto podría significar la pérdida de un tercio de sus clientes, y estima que sus colegas de la tienda se verán más perjudicados, ya que estos trabajan mucho más con colores que él.
«Esto equivale, al menos en parte, a una prohibición de ejercer la profesión. Es simplemente frustrante», asevera el artista, y añade: «Uno se siente abandonado, especialmente por los políticos». Makowski puntualiza que está de acuerdo con los altos estándares de seguridad de los pigmentos, pero no con la aplicación del Reglamento REACH y sus condiciones.
Daniel Rust, miembro de la junta directiva de la asociación alemana del sector, confirma: «El estado de ánimo en el sector es realmente malo». Rust critica que la normativa priva de derechos a los clientes, lo que perjudica a todo el sector. Antes de cada tatuaje, explica, hay una hoja informativa de varias páginas, y la gente decide conscientemente acerca de su decoración corporal.
Además, subraya, nunca ha tenido ninguna mala experiencia con los colores en cuestión: «Soy tatuador desde hace doce años y, por supuesto, he tenido clientes con tatuajes que se han infectado. Pero en ningún caso tuvo que ver con la tinta, sino siempre con la falta de higiene durante los cuidados posteriores».
Christoph Liebich, dermatólogo y propietario de una consulta en Múnich, discrepa, y señala que en el caso de muchos de los colores para tatuajes que se han comercializado hasta ahora no se ha demostrado que sean inofensivos. «Muchos nunca han sido probados en estudios clínicos. Eso significa que los tintes para tatuajes siempre tienen un alto riesgo de provocar una alergia, y también existe el peligro de desarrollar cáncer», advierte.
El especialista cree que la medida de prohibir muchas de las sustancias que contienen los tatuajes es «absolutamente acertada». Al fin y al cabo, añade, para las sustancias que se aplican sobre la piel rigen las normas más estrictas, con más razón entonces para las que se introducen bajo ella.
Los tatuajes ya no son una tendencia de nicho. Según algunas encuestas, una de cada cinco personas lleva tatuajes corporales permanentes bajo la piel. Por ello, la nueva normativa también inquieta a muchos aficionados a los tatuajes. Makowski señala que, hacia finales de año, antes de la puesta en vigor de la normativa, muchos intentaron conseguir urgentemente una cita para hacerse los tatuajes de color, a menudo en vano.
Wolfgang Bäumler, catedrático de dermatología experimental y experto en tatuajes del Hospital Universitario de Ratisbona, afirma: «Supongo que con la nueva normativa de enero se desatará el caos entre los tatuadores». El académico señala lo complejo que es el catálogo de requisitos para los nuevos colores para tatuajes y lo difícil que es desarrollarlos. La Comisión Europea indica que hubo suficiente tiempo para fabricar las tintas alternativas antes de la puesta en vigor de la normativa.
Bäumler también considera controvertida la prohibición de varias sustancias contenidas en las tintas, y explica lo compleja que es la composición de estas, ya que cada una de ellas consta de unas 100 sustancias, entre ellas, pigmentos y conservantes. El experto añade que, si bien se sabe que algunas pueden ser perjudiciales, otras no lo son. En lugar de una prohibición general, Bäumler exige una evaluación de riesgos mucho más detallada.
¿Significa esto el fin de los tatuajes de colores? Rust, de la asociación alemana del sector, no cree que sea así, y estima que, tras un cierto periodo de escasez, cabe esperar la disponibilidad de una gama de nuevos colores que cumplan con la normativa y que los fabricantes sacarán al mercado a corto plazo.
Al mismo tiempo acota que la situación será más dramática en 2023, cuando sea efectiva la prohibición de los pigmentos verdes y azules. «Todavía no hay alternativas reales. Pero aún tenemos un poco de tiempo». Sin embargo, el tatuador Sebastian Makowski augura para el sector un futuro bastante negro en el sentido estricto de la palabra: «Las medidas no contribuyen a disipar los temores por el futuro», asevera.
Por Josefine Kaukemüller (dpa)