(dpa) – Iain Martin no puede apartar la vista ni un segundo, de lo contrario, probablemente tendría que empezar de nuevo con su trabajo de filigrana. El cuidado y la precisión son necesarios cuando Martin inserta el huso en su pequeño telar.
Teje hilo a hilo y lentamente se van formando los característicos patrones coloridos de la tela por la que la tierra natal de Martin es conocida, el tweed Harris.
El tweed Harris es mucho más que una tela para las islas Hébridas Exteriores, un archipiélago en el extremo noroeste del Reino Unido. Este producto textil impulsa la economía de estas islas escocesas y mantiene unida a la sociedad en esta alejada región.
Casi dos millones de metros de tweed se producen cada año en las Hébridas Exteriores. «Se siente bien eso», expresa Lorna Macaulay, directora de la Autoridad Harris Tweed (HTA), la asociación que reúne a los tejedores.
Las condiciones de producción le ponen límites al negocio. Solo puede ser denominada tweed Harris la tela tejida en el taller de un tejedor con lana pura virgen teñida e hilada en las Hébridas Exteriores. Así lo dispuso por ley en 1993 el Parlamento británico.
Tanto en Stornoway como en lo de Iain Martin, a media hora en coche, están orgullosos de este producto exclusivo. La asociación comprueba la producción y confirma la autenticidad imprimiendo un sello con la marca «Harris Tweed» en ella.
La mayoría de los 200 tejedores trabajan a pedido de fábricas que también tienen su sede en las Hébridas Exteriores.
Pero Iain Martin y un par de docenas de otros tejedores trabajan de forma autónoma y son sus propios jefes. Martin afirma que la pandemia ha impulsado su negocio, que creció un 20 por ciento en los últimos dos años, y asegura que muchos jóvenes, en particular, comprarían ahora su tweed.
«Descubrieron durante los encierros su capacidad para utilizar las máquinas de coser para hacer algo propio. Sobre todo si es algo duradero», dice.
La asociación HTA coincide. «El mercado mundial se ha desacelerado. El trabajo artesanal, la experiencia y la precisión cuentan ahora con un mayor reconocimiento», dice la directora de la entidad.
En tiempos en que muchas personas compran telas indiscriminadamente en Internet sin saber jamás dónde ni cómo fueron producidas, las Hébridas apuestan a la individualidad.
Martin destaca que las tres fábricas, literalmente llamadas molinos (mills), también aumentaron significativamente su producción hasta un 40 por ciento. Pero eso conlleva problemas. Normalmente suele recuperar el material procesado al cabo de tres semanas.
«Este año tenemos retrasos de hasta seis meses», se queja el tejedor. «Esto es un gran dolor de cabeza para nosotros, los independientes». Porque si no puede enviar tela, tampoco recibe la paga.
El tweed Harris es reconocido y solicitado mundialmente. La icónica diseñadora de moda Vivienne Westwood, quien utilizó en 1987 por primera vez esta tela para una colección, y el gigante de calzado y moda deportiva Nike, que realizó en 2004 un importante pedido a las Hébridas, también contribuyeron al auge del tweed Harris.
Es que este tejido debió atravesar años difíciles. A mediados de la década de 1960, todavía se producía a un ritmo casi cuatro veces superior al actual.
«Todas las casas tenían alguna conexión con nuestra industria», dice la líder de la federación. Pero en 2009, los volúmenes habían caído a un mínimo histórico de apenas 450.000 metros. Martin considera que la principal responsable fue la producción en masa. El tejedor señal que en ese momento no solo sufrió el tweed sino también la industria textil en todo el mundo.
El sector hace tiempo que se adaptó a las nuevas exigencias. «Los accesorios, el mobiliario, los textiles para el hogar, la tapicería… todo esto vuelve a tener una gran demanda en Europa», dice Macaulay.
La dirigente precisó que se está utilizando mucho tejido para fundas de tabletas y bolsos para ordenadores portátiles. «Son mercados nuevos, más jóvenes, comparados con los que tradicionalmente contemplábamos», dice.
Con este viento de cola, la industria también busca cumplir otro papel, el de ser un pilar de la sociedad.
Si bien la fabricación de Harris Tweed fue en su día ardua y mal pagada, ahora los jóvenes pueden encontrar aquí un buen trabajo y un buen salario. El éxodo podría detenerse, y así también la sangría que padecen estas islas con sus 26.500 habitantes.
Los tejedores viven casi exclusivamente fuera de la ciudad principal. «Si tuvieran que venir a Stornoway en busca de trabajo, los pueblos se extinguirían, las escuelas de los pueblos cerrarían, las tiendas de los pueblos cerrarían», apunta Macaulay.
La isla principal, Lewis y Harris, es la que más se beneficia del auge del tweed. Es el centro económico del archipiélago, donde se encuentran las fábricas y donde habita la mayor parte de la población.
Hasta los años 80, el tejido también procedía de otras islas, como Uist. Pero la topografía y el clima dificultan el transporte, porque los transbordadores necesarios para ello no siempre pueden funcionar. Ahora la producción está casi parada.
Queda aún una fábrica, Uist Wool. Sin embargo, ya no se produce allí para el mercado mundial, sino solo para la demanda local.
Por Benedikt von Imhoff (dpa)