(dpa) – Cuando el pequeño Taymur volvió a ver su Borneo natal por primera vez a finales de 2017, miró por la ventanilla del coche con los ojos muy abiertos y un asombro incrédulo. En aquel momento, el pequeño orangután tenía apenas dos años. Pero lo que ya había vivido en su corta vida -incluida la adicción a las drogas- conmovió a los amantes de los animales de todo el mundo y ocupó titulares internacionales.
¿Volvería a encontrar el pequeño y debilitado bebé primate las ganas de vivir? Muchos lo dudaban. Ahora, seis años después, Taymur va camino de convertirse en lo que siempre debió ser: salvaje y libre.
Gracias a la fundación BOS (Borneo Orangutan Survival), el ahora «ochoañero» lleva unos días en la «Universidad del Bosque», el último paso antes de la gran libertad. El momento en que Taymur da sus primeros pasos hacia la independencia también lo vive en primera persona el responsable de BOS Alemania, Daniel Merdes. Él es quien abre la jaula en la isla de preliberación, revelando a Taymur un mundo que no conocía desde hacía demasiado tiempo.
Fue un «momento mágico», declaró Merdes a dpa. Una especie de «milagro navideño». A continuación, la historia de Taymur desde el principio.
Animales exóticos codiciados en los países del Golfo
Taymur quedó huérfano de bebé. Probablemente mataron a su madre en una plantación de palmeras, de palmas aceiteras. Los orangutanes que deambulan hambrientos por las plantaciones suelen ser asesinados sin piedad, sobre todo si tienen crías. Las crías son arrebatadas a sus madres moribundas y vendidas lucrativamente en el mercado ilegal de animales salvajes. Y así, el traumatizado Taymur se encontró, siendo un bebé, de repente en Kuwait, a más de 7.000 kilómetros de distancia de su hogar.
En los Estados del Golfo se considera chic poseer un animal salvaje exótico. Según la BOS, el comercio de animales y plantas protegidos ocupa el cuarto lugar en el ranking mundial de la delincuencia organizada, con un volumen de negocio anual estimado de entre 8.000 y 20.000 millones de euros (8.800 y 21.900 millones de dólares, respectivamente).
Pero Taymur tuvo un golpe de suerte: en 2016, fue descubierto por casualidad en un accidente de tráfico en el que estaba implicado su rico dueño kuwaití. El drogadicto confesó a la Policía que también le había dado drogas a su pasajero -Taymur, de un año- «por diversión». No está del todo claro de qué drogas se trataba. «Cuando Taymur fue detenido, ya estaba completamente agotado y presentaba problemas de comportamiento», declaró Merdes en aquel momento. «Sobrevivió de milagro», agregó.
Difíciles negociaciones diplomáticas
El pequeño orangután fue confiscado y alojado en el zoo de Kuwait. Una vez más se encontró en un entorno nuevo y desconocido, sin cuidados maternos. Probablemente allí también sufrió frío.
Entonces Taymur volvió a tener suerte: la Fundación BOS entró en escena y, junto con el Gobierno indonesio, quiso devolverlo a su tierra y a su hábitat natural. Pero todas las partes querían salvar las apariencias en la pugna por el pequeño primate, y así transcurrió casi un año de complicadas negociaciones diplomáticas.
En 2017, Taymur voló finalmente a Yakarta acompañado de un veterinario y fue trasladado al centro de conservación Nyaru Menteng BOS, en Borneo Central, tras pasar la cuarentena. Ahora le tocaba a él: Taymur tuvo que aprenderlo todo de nuevo. En realidad, los orangutanes viven con sus madres durante los primeros seis u ocho años, durante los cuáles les proporcionan los conocimientos necesarios para la vida en la selva: cómo encontrar comida, construir nidos para dormir, protegerse de los enemigos.
La extraordinaria transformación de Taymur
Orangután significa «hombre del bosque». Estos simios de color marrón rojizo habitaban grandes extensiones del sudeste asiático. Hoy solo viven en las islas de Borneo y Sumatra. Según las estimaciones, podrían extinguirse en estado salvaje en pocas décadas: la caza furtiva y la pérdida de hábitat son sus mayores amenazas.
Al principio era muy cariñoso, no quería separarse de sus cuidadores y se alimentaba casi exclusivamente de pepinos y té, que no es el tipo de comida que encontraría en la selva. Incluso los defensores de los derechos de los animales se mostraban escépticos sobre la posibilidad de liberarlo en la naturaleza. Pero entonces mostró «una notable transformación», recuerda el director del programa local, Denny Kurniawan.
Gracias en parte a su interacción con otros orangutanes de su misma edad, se adaptó a las nuevas condiciones y aprendió rápidamente. Un vídeo de 2019 muestra a Taymur ya trepando con confianza a los árboles, pelando fruta con destreza y retozando con sus compañeros Moza y Junior, también víctimas del contrabando internacional de animales. «Todo esto lo convirtió en un candidato excelente para la isla de preliberación», afirma Kurniawan. Esta etapa final antes de la libertad recibe el acertado nombre de «Universidad Forestal».
Comportamiento atípico: lavarse las manos
Y ahí es donde pasará entre uno y tres años, en la selva de la isla de Salat. Ahora Taymur tiene que demostrar que está realmente preparado para la libertad definitiva. Tiene que volver a considerar a los humanos como extraños, porque los orangutanes solo son verdaderamente salvajes cuando se muestran desconfiados y hostiles. Sin embargo, los animales reciben en Salat un reparto diario de fruta y verdura, ya que la isla no les proporcionaría suficiente comida.
«Le echaré de menos», dice Sri, la que fuera su cuidadora. «Pero estoy muy contenta de que ahora esté un paso más cerca de la libertad».
Por otra parte, Taymur nunca ha abandonado un comportamiento atípico que probablemente se remonta a su época en Kuwait: se lava constantemente las manos en el río. «La vida de Taymur no puede ser más loca. Para ser sincero, tenía grandes dudas sobre sus posibilidades de ser liberado en la naturaleza», dice Merdes. «Pero si un Taymur puede salir adelante con el peor comienzo posible, entonces aún hay esperanza».
Por Carola Frentzen (dpa)