(dpa) – Martin Overrath está parado con los pies en el borde del acantilado. Cuatro metros más abajo, las olas se estrellan contra las rocas. El guía de «coasteering» Joan Mas le da la señal de «OK». El joven alemán, de 33 años, cruza los brazos sobre su pecho, brinca hacia adelante y se sumerge en el mar azul turquesa.
El «coasteering» es una loca combinación de escalada, natación, senderismo, snorkel, rápel y salto en acantilados. Este deporte de aventura nació hace un tiempo en Gales, pero desde hace unos cinco años el «coasteering» se convirtió en una tendencia de moda. También en Mallorca.
«Yeah, eso fue genial», grita Martin Overrath tras nadar hacia la superficie. Eso anima también a los otros integrantes del grupo. El calor abrasador que se siente con los trajes de neopreno convence hasta al último escéptico en saltar al agua refrescante. Y cada salto genera mayor valentía.
Una aventura para sentirse en grupo
Luego de los primeros saltos desde alturas de dos y de cuatro metros, la aventura sigue. Con calzado deportivo y traje de neopreno, el grupo trepa y se balancea sobre el escarpado paisaje de la costa rocosa del sureste de Mallorca. Cada uno lleva casco. En algunos tramos, el camino se convierte en un recorrido de escalada y todos se ayudan mutuamente, uno ayuda a subir al otro.
«Diversión, adrenalina, impulsarnos y motivarnos mutuamente. Exactamente esta dinámica de grupo, este trabajo en equipo buscaba cuando me choqué en internet con la actividad de ‘coasteering'», relata Martin Overrath.
Es director de una división en una gran compañía de servicios financieros de Alemania que, luego de los díficiles meses por la pandemia de coronavirus, quiso recompensar a nueve de sus mejores empleados con un par de días en Mallorca. También está interesado en «llevar a sus empleados a sus propios límites».
Y exactamente estos se alcanzan cuando el guía Joan Mas dirige al grupo a una saliente bastante más alta. «Cada uno tiene sus propios límites. Y ni siquiera las dinámicas de grupo los cambian. Lo principal es que todos se diviertan», asegura Joan Mas, de la firma de turismo de aventura Experience Mallorca, y quien hace más de 20 años trabaja como guía.
Paredes rocosas y cuevas de estalactitas
Un par de bahías rocosas más allá espera un nuevo desafío. Joan divide el grupo y unos colocan allí sus arneses de escalada. El guía los baja con un cabo unos diez metros a una bahía. Luego deberán subir ellos por sus propios medios, por supuesto asegurados con los sistemas de escalada.
Mientras tanto, los otros integrantes del grupo pueden visitar con sus linternas una cueva con estalactitas.
Joan Mas halla otra ventaja del «coasteering»: «Conoces sectores de la costa de la isla solitarias y realmente originales, desconocidas para la mayoría de los visitantes de Mallorca». Pero no deben permanecer ocultas porque casi cualquiera puede practicar este deporte de aventura.
«Podemos adecuar el grado de dificultad según la capacidad y el deseo de cada participante. Es un tipo de deporte de aventura para el gran público», afirma Sebastián Alvarez. Las salidas de «coasteering» son las actividades más requeridas en su empresa de deportes de aventura Rock & Water Mallorca.
La isla perfecta para el «coasteering»
La oferta abarca desde salidas en kayak en la bahía de San Vicente, pasando por inmersiones de buceo para observar miles de peces en el Cabo Formentor hasta momentos de gran diversión en «stand up paddle» en Es Trenc.
Para el vicepresidente de la asociación de empresas de deportes de aventura, Mallorca es un paraíso para los deportistas acuáticos y de aventura por las características de sus costas.
«Y Mallorca es uno de los mejores lugares del mundo para realizar ‘coasteering’. Los acantilados tienen una altura óptima, el clima es mayormente bueno, la costa rocosa de piedra caliza está llena de agujeros y cuenta con muchas cuevas», apunta.
Descubrir Mallorca de una nueva forma
La costa de Manacor es conocida por sus numerosas cuevas marinas. Existen casi 5.000 en toda Mallorca. Sebastián Alvarez y el guía Alberto Amengual aguardan en la playa de Cala Romántica al grupo: Pep, un mallorquín que en la era del coronavirus decidió redescubrir su isla; una familia de cuatro integrantes de Valencia, el alemán Matthias Halupczok y su hija de 14 años, Leonie.
Cada uno recibe una mochila con casco, arnés de escalada y un traje de neopreno, y luego sigue una media hora de caminata por una especie de estepa hasta la solitaria pero soñada bahía Cala Falcó.
El mar luce calmo como un espejo y el agua brilla con reflejos azules, verdes y turquesas. Incluso desde lo más alto de un acantilado de 25 metros de altura se puede observar el fondo del mar.
Alberto ata la cuerda en un gancho de hierro fijado de forma permanente en la roca. Pep baja en rápel primero. Un poco atemorizada, lo sigue Leonie. Son 25 metros hasta el nivel del agua.
Sumergirse en otro mundo
Cuando ya todos están en el agua, el grupo nada hacia el ingreso de una cueva marina. A cada metro la entrada se vuelve más angosta y oscura, hasta que al final sólo se encuentra un pequeño agujero. «Deben sumergirse sólo un poco y ya estarán adentro», promete Alberto.
La cueva se abre rápidamente. Luego de un par de metros se sale del agua a un espacio gigantesco con suelo de arena. Las estalactitas cuelgan del profundo techo rocoso.
Matthias y Leonie se escurren como los demás integrantes del grupo a través de una angosta grieta y se deslizan sobre una estalactita lisa unos dos metros hacia abajo como por un túnel. Es la entrada a otro mundo de galerías enormes, bizarras formaciones de estalactitas y cuevas marinas.
«Es realmente impresionante poder visitar una cueva de estalactias tan grande y original y de una manera tan inusual y activa», dice Matthias Halupczok. Luego contiene la respiración y se sumerge de nuevo para acceder al aire libre.
Por Manuel Meyer (dpa)