(dpa) – «Mueve el dedo gordo para que yo lo pueda sentir», le dice un padre a un niño en una zapatería. Muchos progenitores confían en esa prueba que hacen con sus propias manos cuando compran zapatos para sus pequeños, pero lo mejor es que midan la longitud del zapato por dentro y la longitud del pie del menor.
«La diferencia debería ser como mínimo de 12 milímetros», recomienda Wieland Kinz, del proyecto de investigación «Pies de niños – Zapatos de niños» en la localidad austriaca de Bregenz. Eso significa que en el espacio entre los dedos del pie y la punta del zapato debería haber como mínimo esa diferencia, poco más de un centímetro.
«Sabemos que los zapatos demasiado cortos provocan daños en el pie», explica el investigador. Hasta la fecha han circulado conjeturas sobre que los zapatos que quedan demasiado grandes también causan daños, pero no hay pruebas científicas que lo demuestren. «Por lo tanto, yo diría: si el zapato es un poco largo, no hay problema si se ajusta bien a la bola del pie (metatarso)».
Si un zapato se ajusta bien al talón y a la bola del pie, puede incluso hasta ser 20 milímetros más largo que el pie, señala Kinz.
El investigador aboga de forma generalizada por prescindir de los zapatos siempre que sea posible. «Los niños deben correr descalzos tan a menudo como sea posible, especialmente en los primeros seis años», precisa.
Su equipo ha realizado un estudio en algunos jardines de infancia en Japón donde los pequeños caminan todo el tiempo sin zapatos. «En lo que respecta al ángulo del dedo gordo, los niños que andaban descalzos tenían los pies en mejor estado. Las articulaciones del dedo gordo no estaban tan deformadas como las de los niños con zapatillas», observa el experto.