Bayreuth (Alemania), 7 abr (dpa) – Ya de por sí es poco común que una ciudad con unos 73.000 habitantes albergue dos teatros de ópera. En la localidad alemana de Bayreuth, en el estado de Baviera, no sólo son dos, sino también muy particulares: por un lado el «Festspielhaus», que el célebre compositor Richard Wagner hizo construir especialmente para presentar sus óperas, y por el otro la Ópera del Margrave, una joya arquitectónica barroca que transmite con gran intensidad el ambiente de la cultura musical del siglo XVIII.
La sala fue incluida en la lista de la Unesco como patrimonio de la Humanidad en 2012, año en que también fue cerrada al público. Los expertos se dedicaron a sanear desde entonces el monumento en incontables horas de trabajo. Los costes, sufragados por el estado de Baviera, sumaron 30 millones de euros (36,7 millones de dólares).
Según la Unesco, «la Ópera del Margrave es a nivel mundial el ejemplo más importante y mejor conservado de la arquitectura barroca para teatros».
El 12 de abril se celebrará la reapertura del edificio con la obra con la que fue inaugurado en 1748, la ópera «Artaserse», de Johann Adolph Hasse.
Si bien son famosas en el mundo, ambas óperas de Bayreuth no podrían ser más distintas. En el «Festspielhaus» de Wagner, que se eleva en un montículo en las afueras de la ciudad, todo se centra en la música y el canto. La acústica es considerada única a escala internacional, pero los decorados son sobrios, para que nada distraiga de la música de Wagner. Pero en el centro de Bayreuth reina la opulencia barroca: oro, figuras alegóricas, columnas decoradas y más oro.
Guillermina (1709-1958), esposa del margrave de Bayreuth, el príncipe Federico, amaba el arte e hizo construir la ópera con motivo de la boda de su única hija, Federica Isabel Sofía, con el duque Carlos Eugenio de Württemberg. Para concretar su proyecto, Guillermina contrató a Giuseppe Galli Bibiena, el más famoso arquitecto de salas de teatro de la época.
La construcción de madera sobrevivió como por arte de magia el paso de los siglos. Ni los incendios ni los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial o el ímpetu de modificaciones de las generaciones posteriores cambiaron el aspecto del edificio.
Por eso la Ópera del Margrave constituye un testimonio único de la cultura de la clase dominante barroca, ya que en el centro de la sala se encuentra el palco del príncipe. La puesta en escena de la pareja gobernante era tan importante como la puesta en escena de los artistas.
También fue la ópera de Guillermina la que atrajo a Wagner a Bayreuth. El compositor había oído hablar del teatro barroco, que posteriormente no encontró adecuado para sus ideas escenográficas. Sin embargo, Wagner permaneció en la ciudad bávara y construyó su propio escenario.
Por Kathrin Zeilmann (dpa)