Los productos sin gluten y sin lactosa son ya tendencia en todo el mundo. Lo que hasta hace unos años nos resultaba difícil de encontrar, ahora podemos disponer de ello en grandes superficies y en un sinfín de tiendas especializadas. Un boom que responde a una necesidad real, pero también a un tipo de consumidor que considera que incluir estos productos en su dieta va a ser beneficioso para su salud.
En nuestro país hay una gran cantidad de personas que son intolerantes a la lactosa o celíacos. Incluso hay una gran cantidad de individuos aún sin diagnosticar y a las que les sienta mal el gluten sin todavía tener el diagnóstico de celiaquía. Por esta razón, es importante que podamos disponer de productos bien identificados y catalogados como sin lactosa y sin gluten.
Las tiendas especializadas en productos de este y otro tipo, como es el caso de https://www.herbaherbal.es/, han conseguido llegar a un público más amplio gracias a las nuevas tecnologías. Una vía de comunicación que ha propiciado sin duda el auge de este tipo de alimentación.
La lactosa
La lactosa y el gluten son dos complicaciones que, si bien son muy diferentes, presentan una estrecha relación entre ambas. No en vano, hay muchos celíacos que también son intolerantes a la lactosa. Pero alergia e intolerancia no son lo mismo, ya que no causan las mismas reacciones en todas las personas.
La celiaquía es una enfermedad autoinmune en la que no hay grados y la dieta sin gluten debe ser estricta de por vida. Sin embargo, la intolerancia a la lactosa no tiene base autoinmune y cada persona puede tolerar más o menos lactosa dependiendo de su grado de intolerancia.
La lactosa es el azúcar presente en la leche de los mamíferos. Para que nuestro organismo la pueda digerir tiene que descomponerse en dos elementos: glucosa y galactosa. Las vellosidades intestinales del intestino delgado son precisamente las encargadas de producir una enzima llamada lactasa que cumple la función principal de descomponer la lactosa en esos dos elementos.
Si los niveles de lactasa son bajos, no se puede descomponer de ninguna manera la lactosa, por lo que esta sigue su camino hasta el intestino grueso causando los síntomas que van asociados a los cuadros de intolerancia a la lactosa: dolor, hinchazón abdominal, diarreas, náuseas, etc.
Esta intolerancia a la lactosa puede tener dos orígenes fundamentales:
- Genético: se produce pérdida de lactasa a lo largo de toda la vida
- Diferentes razones: menor producción de lactasa debido a problemas en el intestino delgado, como pueden ser, por ejemplo, la celiaquía
El principal tratamiento frente a la intolerancia a la lactosa es la suspensión estricta del alimento que está resultando perjudicial para el organismo. Sin embargo, hay que analizar el grado de intolerancia de cada paciente para realizar el diagnóstico más adecuado, ya que en muchos casos no será necesaria la completa eliminación del alimento en cuestión.
Otro de los tratamientos que se lleva a cabo es la ingestión de suplementos de lactasa en forma de pastillas.
La relación entre la celiaquía y la intolerancia a la lactosa
Como acabamos de ver, las enzimas encargadas de descomponer la lactosa se hallan en las vellosidades intestinales. Pero puede suceder el caso de que estas se encuentren debilitadas o atrofiadas por la celiaquía.
Precisamente, la producción de lactasa se lleva a cabo en el intestino delgado, que es el órgano que a la postre se halla más dañado en el cuerpo de un celíaco. Por tanto, es evidente que ante una situación así se verá reducida la producción de lactasa. Sin esta última, no se puede digerir la lactosa, pasando al intestino grueso y provocando los síntomas anteriormente especificados.
Si una persona celíaca no sigue una alimentación estrictamente sin gluten, dañará las células que recubren el intestino. Unas células que son precisamente las encargadas de digerir y/o absorber muchos de los nutrientes que tomamos de forma diaria. Y entre estos últimos estarían los productos lácteos.
No obstante, la buena noticia es que se tratará de una intolerancia temporal hasta que se siga una dieta estricta sin gluten ni lactosa durante un tiempo. A partir de aquí, el organismo de estas personas puede recuperarse sin ningún tipo de complicaciones y permitirá en un futuro que la persona pueda disfrutar de la leche y sus derivados.
En definitiva, la única relación entre la lactosa y la celiaquía es que muchos celíacos, no todos, también son intolerantes a la lactosa como consecuencia del daño intestinal producido por la celiaquía. Pero a medida que estas personas siguen una alimentación sin gluten, el intestino delgado va mejorando haciendo que las células puedan volver a ingerir y absorber los nutrientes de la manera más adecuada.