Barcelona, 7 mar (dpa) – «Es fútbol y es femenino» reza la jornada con la que el Barcelona pretende «romper mitos el 8 de marzo», cuando millones de mujeres en todo el mundo salgan a las calles para denunciar las tremendas desigualdades salariales, laborales y sociales en las que se desenvuelven a diario.
Mientras ellas se manifiesten, Fran Sánchez, entrenador del primer equipo femenino del Barcelona, y Ernesto Valverde, su par en el primer equipo masculino, debatirán en el Camp Nou sobre «lo lejos y lo cerca» que están el fútbol femenino y el masculino en una de las ponencias del inédito congreso.
Y es que, pese a los indudables avances y a los notables éxitos cosechados en los últimos años por las mujeres en todas las disciplinas deportivas, ni siquiera las futbolistas han logrado quebrar las barreras que limitan a todas las deportistas en general.
Por ejemplo, las mujeres conquistaron el 53 por ciento de las medallas españolas en los Juegos de Río 2016, a pesar de representar apenas el 29 por ciento de los deportistas de alto nivel y el 22 por ciento de las licencias deportivas.
Sus logros no sirvieron, sin embargo, para que su representación en los medios de comunicación superara un irrisorio seis por ciento, según datos de la propia prensa española. El 94 por ciento restante fue, obviamente, para los hombres. La firma deportiva Joma emitió hoy un video titulado «Ojalá todos los días fueran noticia», en el que diversas deportistas españolas reclaman más espacio en los medios.
«Le pondré un ejemplo: mientras los jugadores de la selección española cobran unos 6.000 euros por cada partido que disputan, las jugadoras de la absoluta no llegan a los cien euros y eso que les subieron la cuota hace poco», ilustra Laura Castro, presidenta de la Asociación por el Deporte Femenino, en conversación con dpa.
Con base en la isla canaria de Tenerife, esta asociación nació en marzo de 2016 para, entre otras cosas, «favorecer la integración de la mujer en el deporte deconstruyendo la estigmatización y el prejuicio sexista sobre competición deportiva de las mujeres»; denunciar las muchas desigualdades contra las que también compiten las deportistas y asesorarlas respecto a sus derechos.
«Trabajamos por todas esas deportistas de a pie no reconocidas por la Ley española del Deporte y que, en muchos casos, ni siquiera conocen los derechos que las asisten cuando firman un contrato», explica Castro, ex futbolista del UD Granadilla y ahora directora de comunicación del club tinerfeño, de la Primera División española.
«No pararemos hasta que tengamos una Ley del Deporte que nos represente», dice, de hecho, una de las diez reivindicaciones del Manifiesto por la Igualdad en el Deporte, promovido por la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional y firmado por más de 500 deportistas españolas de toda condición.
En su primer punto, el manifiesto reclama algo tan básico como «un contrato laboral como deportistas profesionales». En el segundo, un convenio laboral en cada disciplina. Y en el tercero, «los mismos recursos» que disfrutan sus pares.
Exceptuando el tenis, el deporte que probablemente mayor igualdad económica logró en la élite -los cuatros Gran Slam ofrecen ahora el mismo premio a hombres y mujeres-, todo eso está muy lejos de que suceda en la mayoría de disciplinas.
Lo evidenció Eli Pinedo, jugadora del Alcobendas y de la selección española de balonmano, en un tuit el lunes: «Le explicaba yo a Busquets lo que es viajar en condiciones desfavorables y además tener que ganar al llegar al destino… Añádele al tiempo: haz/deshaz maleta; hazte la comida y la cena; lava las equipaciones para que estén listas para el próximo partido».
Bajo el hashtag «si no lo digo reviento», quien fuera medalla de bronce en los Juegos de Londres 2012 respondía así a unas manifestaciones en las que el mediocampista del Barcelona se quejaba por los horarios de la Liga española de fútbol tras el choque ante el Atlético de Madrid del pasado domingo.
«Insisto: él no tiene la culpa, sólo desconoce esto», añadió Pinedo, ante la gran cantidad de comentarios que generó su tuit.
El desconocimiento es, a menudo, una excusa masculina para obviar una situación evidente y además denunciada, con la boca más grande o más pequeña, por algunas deportistas de élite.
«El machismo es algo continuo desde que compito y me dedico a esto. Lo típico, oyes comentarios…», afirmó Laia Sanz tras concluir en enero su séptimo Rally París-Dakar.
«Pero creo que también eso va cambiando, que es un tema de educación y que requiere tiempo», añadió la piloto catalana de 32 años, 13 veces campeona del mundo de trial, cinco veces más de enduro y la mujer que mejor clasificación ha logrado nunca en la historia del rally más duro del mundo, novena en 2015.
Sanz se acostumbró ya a que sus gestas deportivas sean tratadas como algo excepcional y a que las crónicas se refieran a ella como la princesa o la reina del desierto. A nadie se le ocurrió llamar príncipe o rey del desierto a Carlos Sainz, campeón este año del París-Dakar en la categoría de autos.
De la misma manera, Gemma Mengual, Ona Carbonell y sus compañeras de la sincronizada se habituaron a que las numerosas medallas olímpicas, mundiales y europeas que conquistaron se atribuyeran a las «sirenas» y no a nadadoras de carne y hueso que se entrenan durante horas y horas en condiciones mejorables para alcanzar la cima.
Con muchas dificultades, algunas mujeres de disciplinas como la sincronizada o el atletismo encontraron la manera de denunciar su precariedad y de conseguir progresos. Son la minoría.
Como minoría serán las deportistas que mañana secunden la huelga feminista convocada a nivel mundial y paren para visualizar su propia precariedad o a la de sus colegas.
«Muchas están en plena competición y son las primeras que no quieren perderse entrenamientos», señala Laura Castro, convencida de que el camino por recorrer será aún muy largo y más si las grandes deportistas no se empoderan y ondean la bandera de la reivindicación.
Por Noelia Román (dpa)