Santiago de Chile, 9 mar (dpa) – La firme defensa por parte del papa Francisco del obispo chileno Juan Barros, denunciado por supuestamente amparar a Fernando Karadima, un cura que abusó sexualmente de menores, fue uno de los temas más peliagudos que enfrentó el pontífice y del que no salió bien parado en su gira pastoral el pasado enero a Chile y Perú.
El papa, que estaba muy al tanto del escándalo, incluso llegó a pedir perdón por los abusos cometidos por algunos de los miembros de la Iglesia local.
«No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia», dijo la mañana del martes 16 de enero en su primera actividad ante autoridades locales y el Cuerpo Diplomático acreditado en Chile.
Sin embargo, cuando días después partía a Perú, último destino de su sexto periplo por América Latina, Francisco lanzó una bomba: «El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar (…) No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia», subrayó en esa oportunidad.
La frase cayó como balde de agua fría sobre las víctimas de abusos que llevan años reclamando justicia y castigo de parte de la Iglesia para los responsables de los delitos. Entre ellos Barros, obispo de la diócesis de la sureña ciudad de Osorno, en el sur de Chile, nombrado por el mismo pontífice en el cargo en 2015 y al que consideran un encubridor.
Barros, de 61 años, es cuestionado por sus vínculos con Fernando Karadima, un cura al que la Santa Sede acusó de haber abusado sexualmente de menores, por lo que lo sentenció a un retiro de por vida de sus funciones.
Además del dolor, la férrea defensa que hizo el pontífice de Barros provocó en Chile indignación y una ola de solidaridad con los denunciantes, los que también acusaban a Barros de haber estado presente cuando sufrían abusos.
Enterado del rechazo que se levantó en el país, y camino a Roma, Bergoglio pidió nuevamente disculpas: «Tengo que disculparme porque la palabra ‘prueba’ fue hiriente, fue hiriente para muchas víctimas de abuso», declaró entonces.
No obstante, el Santo Padre siguió mostrándose convencido de que Barros es inocente. «Es un caso que hice estudiar, lo hice investigar y realmente no hay evidencia de culpabilidad», afirmó.
Incluso, el cura de Osorno le ofreció un par de veces la renuncia, pero el papa argentino la rechazó: «No puedo condenarlo sin evidencia», explicó.
Tras la dimensión que estaba alcanzando el llamado «caso Barros» y para darle un término, el papa Francisco ordenó el traslado a Chile del arzobispo de Malta, Charles Scicluna, para que investigase el tema. Después de entrevistar a varias de las víctimas, el prelado regresó a Roma, donde entregará el informe al papa.
El del obispo de Osorno no fue el único problema de esa especie que enfrentó Francisco en su gira. En Perú fue criticado porque no abordó el tema de los abusos sexuales y de otro tipo presuntamente cometidos contra adolescentes por líderes del grupo católico ultraconservador Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), tras considerar que lo que pueda decidir el Vaticano ya no tiene importancia, pues ahora lo que vale es lo que diga la Justicia peruana.
Sin embargo, el Santo Padre adelantó en enero que en menos de un mes habría una sentencia eclesiástica contra Fernando Figari, uno de los fundadores del SVC. Hasta ahora, no ha habido tal resolución. En tanto, la Fiscalía peruana tiene abierta una investigación en contra de Figari y otros líderes del grupo.
Por Carlos Dorat (dpa)