Nueva York (dpa) – Autos más grandes, casas más grandes, porciones más grandes: «cuanto más grande mejor», parece ser lo habitual en Estados Unidos, donde el consumo y la abundancia se suelen escribir en mayúscula. Incluso los solteros compran paquetes familiares en los supermercados, los todoterrenos parecen camiones monstruosos y los centros comerciales podrían compararse con pequeñas ciudades. O como escribió el presidente estadounidense en su libro «Trump, el arte de la negociación» (1987): «Si ya piensas en ello de todos modos, mejor hacerlo a lo grande.»
Sin embargo, hay estadounidenses que saben valorar las ventajas de una rutina reducida. Viven en casas compactas, se despiden de la abundancia y predican minimalismo. Algunos elaboran versiones en miniatura de los utensilios del día a día, de sus mascotas o de sí mismos y reproducen su vida en miniatura a modo de juego. ¿Está virando la tendencia en el país de los grandes tamaños hacia el XXS?
En el caso de Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, la insatisfacción llegó poco a poco. «Carreras con salarios de seis cifras, vehículos de lujo, casas mas grandes de lo normal y todas las cosas para llenar nuestras vidas guiadas por el consumo» no les hacían felices, cuentan en su página web. «(Todo ello) sólo traía más deudas, estrés, angustia, miedo, soledad, culpa, sometimiento, depresión.» Con ayuda de libros, un podcast y un documental de Netflix Millburn y Nicodemus se han convertido en profetas de una vida liberada de abundancia.
Los argumentos con los que justifican su mudanza los habitantes de las llamadas «tiny houses» (casas diminutas) son parecidos. Ellos han reducido a lo esencial el mobiliario para vivir en espacios pequeños. «El tamaño no lo es todo», escribe la revista de decoración «Country Living», que promete una «vida más sencila pero más plena». La web de arquitectura ArchDaily califica las minicasas como una «fuente para la libertad». Su porcentaje en el mercado inmobiliario sigue siendo muy escaso mientras la media del tamaño de las viviendas aumenta desde hace décadas. Sin embargo, programas de televisión como «Tiny House, Big Living» y «Tiny House Hunters» enaltecen estas casas compactas.
Pero no a todo el mundo le resulta fácil someterse a esta «cura reduccionista». De acuerdo con los investigadores de mercado de la compañía SpareFoot, uno de cada 11 estadounidenses paga unos 80 euros mensuales para poder guardar objetos personales en almacenes a largo plazo. El negocio que hay montado para no tener que separarse de muebles y ropa antigua o equipos de ski, surf o escalada genera una facturación anual de 38.000 millones de dólares (33.000 millones de euros), según la web «Curbed». De acuerdo con un reportaje de «Bloomberg», en todo el país hay 50.000 trasteros de este tipo.
Los llamados «miniacs» (combinación entre maniáctico y miniatura), amantes de lo XXS, son capaces de hacer manualidades más pequeñas que muchos modelistas en Europa. En sus mundos microscópicos, las bolsas de patatas fritas y los vasos de café tienen el tamaño de una moneda de un céntimo, los ordenadores las dimensiones de una caja de cerillas y los libros caben en la yema de un dedo. Al buscar el término «miniatura» en la web de manualidades «Etsy», se obtienen 445.000 resultados. Porque a los «miniacs» lo que les interesa es poder perderse en grandes mundos de fantasía a pequeña escala.
Linda Facci creó que esta manera un perro que deseaba tener en su vida real, y al mismo tiempo descubrió un nuevo pasatiempo y un modelo de negocio. Hoy confecciona figuras de animales hechas con lana de oveja que vende en Internet a unos 350 euros la pieza. Aunque los perros son su especialidad, ya ha terminado más de 300 entre ratones, conejos o ardillas. «La gente ama a sus animales», dice a dpa.
Actualmente es posible crear una miniatura incluso de la pareja o el mejor amigo. En la filial neoyorquina de la empresa Doob uno parece estar metido en la película «Downsizing» (2017) protagonizada por Matt Damon: las figuras en 3D de hasta diez centímetros de altura están colocadas en fila. Hay matrimonios, amigos y familias. Con ellas, los clientes quieren recordar momentos especiales en sus vidas, dice la portavoz Rosalin Siv. Para ello, sólo deben posar en una cabina de fotos en la que son retratados al mismo tiempo por 56 cámaras sincronizadas antes de que un sofware convierta las imágenes en un modelo en 3D.
Pero en Estados Unidos, «miniacs» y minimalistas siguen siendo la excepción, porque los ciudadanos de este país no sólo aceptan el tamaño, sino que lo enaltecen, escribe Kirkpatrick Sale en su libro «Human Scale Revisited». «El tamaño es la medida para la excelencia: en autos, tomates, casas, público, sueldos, rascacielos, músculos y pescado», señala. Según él, la gente no sabe realmente «cuánto es suficiente» y por ello parten de la fórmula «cuanto más grande mejor».
Actualmente, los supermercados estadounidenses tienen de media 40.000 productos más que a finales de los años 90. Y quien crece entre tanta abundancia, seguramente se lo transmita a sus propios hijos.
Por Johannes Schmitt-Tegge (dpa)