Pekín, 4 mar (dpa) – Cuando el Congreso Nacional del Pueblo se reúna el lunes para dar inicio al evento político anual más importante de China, el presidente Xi Jinping alcanzará un inédito grado de poder.
Al final de la reunión de dos semanas, los casi 3.000 delegados habrán aceptado todas las propuestas que se le hayan presentado.
En forma totalmente inesperada, la agencia estatal de noticias Xinhua anunció recientemente que el Congreso Nacional del Pueblo debería aprobar la eliminación de un pequeña pero importante artículo de la Constitución, que establece que el presidente solo puede cumplir dos mandatos consecutivos, es decir, permanecer en el cargo un máximo de diez años, en el cargo. Si se elimina esta cláusula, Xi Jinping podría gobernar de por vida.
Para Xi Jinping, el Congreso de este año será una gran fiesta.
«Ahora China también tiene un Putin», escribió un descontento usuario de Internet aún no descubierto por los estrictos censores. El término «Emperador Xi» se reproduce en la red. Otros comentaron: «Solo quiero llorar». «¿Tenemos que aceptar a un presidente que nunca se jubila?» O «Ha llegado el momento en que cada uno tiene que decidir si realmente quiere cambiar algo radicalmente».
Pero parece ser que ya es tarde para que esos cambios se concreten. Desde que fuera elegido para ocupar el cargo hace cinco años, Xi Jinping, de 64 años, ha acumulado un grado de poder tan sólo equiparable con el del legendario fundador de la nación Mao Tse-tung.
Según observadores críticos, China ha retrocedido políticamente desde que Xi llegó al poder. En lugar de pragmatismo y reformas económicas, se impusieron la lealtad a la línea oficial, la economía estatal y la supremacía del Partido Comunista.
Xi está luchando contra la corrupción. Pero no solo aparta a los funcionarios corruptos, sino también a los opositores políticos. Los críticos advierten un estilo de Gobierno peligrosamente autocrático, ya que Xi ha eliminado el «modelo de liderazgo colectivo» conformado por distintas facciones y grupos de interés, y en lugar de ello coloca cada vez más a su gente de confianza en los puestos clave.
«Todo el sistema está experimentando un cambio sin precedentes. Toda la sociedad está sacudida», advierte el historiador Zhang Lifan. El profesor de Hong Kong Willy Lam incluso alerta sobre un «regreso a la época de Mao, en el solo un hombre decide sobre el destino de 1.400 millones de chinos».
El Congreso también deberá decidir sobre otra propuesta referida al culto a la personalidad de Xi Jinping. La idea del jefe de Estado para una la «nueva era del socialismo con características chinas» también quedará plasmada en la Constitución. Lo que significa que cualquiera que critique las palabras de Xi Jinping en el futuro estará violando la Carta Magna.
Las decisiones sobre nombramientos en el Congreso, que además analizará el nuevo presupuesto militar y el nuevo objetivo de crecimiento para la economía, será una muestra de la firmeza con la que el presidente sujeta las riendas del poder. Sin lugar a dudas, el Parlamento lo elegirá para su segundo mandato. Incluso se considera garantizado el puesto del primer ministro Li Keqiang.
Los rumores más candentes en Pekín apuntan en realidad al puesto del vicepresidente, un cargo que concentra principalmente tareas representativas. Se cree que Xi podría instalar aquí a su fiel compañero Wang Qishan. Oficialmente, este hombre de 69 años, que no solo era el principal funcionario anti-corrupción del país sino que también era considerado el principal asesor, se retiró debido a un límite de edad establecido en los estatutos del partido. Pero, según fuentes del partido, Wang Qishan no ha querido perder su influencia.
El trabajo del vicepresidente es meramente una formalidad. Sin embargo, si Xi saca oficialmente a Wang de su retiro, estaría mostrando claramente a todos que su camarada más importante sigue en pie, como antes.
Por Jörn Petring (dpa)