(dpa) – Despertar con el alegre canto de los pájaros relaja a cualquiera. Pero las voces de las aves están callando cada vez más en países como Alemania, porque su hábitat se reduce. Las grandes superficies de hormigón, la agricultura intensiva y la falta de diversidad en muchos jardines lleva a que los pájaros se retiren. Simplemente no encuentran el alimento suficiente. Pero cualquier propietario de un jardín puede hacer algo para mejorar la situación.
Claro que no alcanza con una pajarera y un poco de agua. No dañan, pero las aves necesitan más bien condiciones en las que puedan vivir lo más autónomamente posible. La experta alemana Sonja Dölfel aconseja: «No hacer nada y dejar que el jardín haga solo lo que tiene que hacer. Ése ya es un primer paso».
Un césped cortado, canteros diferenciados, setos podados y grandes terrazas pueden corresponder a la idea de espacio al aire libre cuidado para el ser humano. Pero para pájaros e insectos son motivo de huída. «Una sola flor de girasol marchitada ofrece a los pájaros más alimentos que una tuya (planta conífera) perfectamente podada», explica Magnus Wessel de la organización ecologista BUND.
Las aves se alimentan sobre todo de insectos y de semillas. «Para que vayan a un jardín, es importante promover allí la flora y la fauna autóctonas», aconseja Dölfel. Muchos jardines, sin embargo, utilizan plantas exóticas como el laurel cerezo. «Ése no es interesante para nuestros insectos. Ni se le acercan». Además, las plantas exóticas muchas veces dan frutos con los que los pájaros autóctonos no saben qué hacer.
Sobre todo los árboles frutales o las matas de frutos rojos ofrecen a las aves alimento y refugio. «Tras la cosecha, es bueno dejar algunos frutos, así los animales tienen alimento hasta el invierno. En árboles, plantas vivaces y matas también pasan el invierno los insectos», dice Wessel.
Quien quiera hacer algo bueno por los pájaros, debería plantar en su jardín, por ejemplo, un serbal. «Sesenta y tres especies de pájaros comen sus frutos rojos», señala Dölfel. También ofrecen alimento el cerezo de racimos, el acer campestre, el avellano, el acebo, el haya común, el majuelo o el viburnum.
Y en cuanto a especies populares tanto en humanos como en aves están frutales como el sauco, las grosellas, los arándanos y las moras. En el caso de hierbas silvestres como ortiga, cardo o trébol los gustos difieren. Mientras muchos seres humanos las desprecian como maleza y las combaten, a los insectos les encantan.
«Lo ideal es dividir el jardín en tres partes», dice Wessel. Un tercio debería crecer de forma natural y silvestre. Un segundo tercio debería ser un espacio para plantar frutas y verduras. Y en el tercio restante los jardineros pueden aplicar sus gustos personales como quieran.
Lamentablemente en los hechos todo suele ser muy diferente. Sobre todo en los jardines delanteros de las urbanizaciones muchas veces se ven sólo piedras.
También se hizo costumbre preparar a los jardines en otoño para el invierno. Las matas y los arbustos se podan, las plantas se cortan, las hojas secas se retiran. «Para los pájaros, eso es una catástrofe», advierte Wessel. Porque entonces los insectos pierden su hábitat en invierno y los pájaros, sus fuentes de alimentación y sus posibilidades de refugio.
Hace falta un cambio de paradigma. En otoño las plantas deberían dejarse tan marchitas como quedaron. «Con nieve o heladas puede verse muy bonitas», dice Wessel. En primavera, finalmente, aún hay tiempo suficiente para cortarlas, añade.
Por Katja Fischer (dpa)