Roma (dpa) – Es una esquina que todo aquel que viaja a Roma conoce. En la Plaza de España, en el corazón de la «ciudad eterna», a la derecha trepa la famosa Escalera de España, aquella de la película «Vacaciones en Roma», con Audrey Hepburn y Gregory Peck.
Enfrente, hacia la izquierda, nace la Via dei Condotti, donde se encuentran las tiendas de lujo más caras de la capital italiana. Y a sólo 20 metros por esa calle, está el Caffè Greco.
En el exterior, una pancarta con la inscripción «250 anni» (250 años) indica la orgullosa edad del restaurante. En el interior, mesas de mármol, sillas y bancos tapizados, paredes de color rojo oscuro y pinturas antiguas crean un ambiente de cafetería.
Pero esto podría llegar pronto a su fin, al menos si continúa la intensa discusión de las últimas semanas en la prensa romana. Los inquilinos, la pareja integrada por Carlo Pellegrini y Flavia Iozzi, deben irse. Su contrato de arrendamiento expiró en 2017 y no fue renovado.
Se trata de dinero, más precisamente de lo que cuesta un alquiler razonable en esta costosa zona con muchas tiendas de lujo. El propietario del edificio es el Hospital Israelita de Roma. Según un comunicado del hospital, no se llegó a ningún acuerdo con los inquilinos acerca del «valor de mercado». Se aclaró además que todos los ingresos por alquiler se invierten en la clínica, lo que redunda en beneficio de todos los ciudadanos.
«Pagamos actualmente 22.000 euros (unos 24.300 dólares) por mes», señala Pellegrini. «También estamos dispuestos a pagar más, pero ellos reclaman 120.000 euros por mes, casi seis veces más».
Junto a Flavia, su esposa, y Luca, su hijo, el hombre se sienta en un pequeño sofá que perteneció al legado del poeta danés Hans Christian Andersen (1806-1875), quien vivió en el mismo edificio.
El restaurante, mencionado por primera vez en un documento en 1760, fue desde el inicio un lugar de encuentro para escritores. El literato alemán Johann Wolfgang von Goethe estuvo aquí, al igual que el francés Stendhal o el poeta polaco Adam Mickiewicz. Sobre el sofá de Andersen cuelga un cuadro del artista napolitano Domenico Morelli (1826-1901).
Los medios de comunicación italianos señalaron que marcas internacionales podrían estar interesadas en el espacio. Pero el Hospital Israelita asegura que el café debe seguir siendo un café, aunque con una gestión diferente.
El portavoz Fabio Perugia niega que el hospital haya solicitado a Pellegrini una cantidad específica y presenta el asunto de manera diferente: se recibieron ofertas de interesados dispuestos a pagar entre 120.000 y 180.000 euros al mes en concepto de alquiler.
«Hay un fallo judicial que establece que el Sr. Pellegrini debe entregar el restaurante», dice Perugia. El portavoz asegura que en 2020 habrá un nuevo concesionario del café y que nada cambiará para los turistas.
Pero el asunto no es tan simple, refutan los aún operadores del café. Pellegrini e Iozzi insisten en que el propietario del inmueble sólo es el dueño de «las paredes», es decir, del edificio.
Afirman que el inventario histórico del café les pertenece. El portavoz Perugia dice que no hay prueba escrita de ello. Así que todo apunta a una disputa legal aún más larga.
Sin embargo, no es posible embalar muebles y cuadros y abrir la cafetería en otro lugar por razones de conservación histórica, ya que hay normativas legales.
«El café es muy importante para Roma como sitio de la cultura europea. La licencia está estrictamente vinculada al lugar», señala un portavoz del ministro italiano de Cultura, Darío Franceschini.
La disputa por el Caffè Greco tomó un curso sombrío cuando aparecieron comentarios antisemitas contra el Hospital Israelita en su página de Facebook, que animaron el viejo cliché del judío rico y hambriento de dinero. Los comentarios fueron borrados rápidamente, y los inquilinos y los propietarios por una vez estuvieron de acuerdo: ambos presentaron denuncias, de acuerdo con sus propias declaraciones.
«Como hospital, somos los primeros interesados en que el Caffè Greco siga siendo el Caffè Greco», asegura Perugia. Pero Iozzi duda de que un café pueda sobrevivir teniendo que pagar un alquiler mensual de seis dígitos.
Los visitantes ya se están quejando en los portales de turismo como Tripadvisor sobre los precios de los capuchinos. Pellegrini observa una «oleada especulativa» en su entorno, con frecuentes aperturas y cierres de nuevas tiendas.
Roma se transforma. Hoy ningún visitante puede ya sentarse en la escalera de la Plaza de España, tal como lo hicieran Audrey Hepburn y Gregory Peck. Enérgicas agentes de policía espantan a cualquiera que se atreva.
El café tiene como vecinos a marcas como Prada, Cartier, Bulgari o Gucci. Sólo el Antico Caffè Greco conserva la tradición local. «El carácter de cada ciudad se pierde si sólo se encuentran las mismas marcas en todas partes», observa Iozzi.
Por Klaus Blume (dpa)