MOSCÚ (dpa) – Rusia, potencia mundial del vodka, avanza con planes ambiciosos en el mercado internacional del vino. Tintos y blancos del cálido de las regiones del Volga y del Mar Negro, en el sur del gigantesco país, buscan conquistar un lugar en la carta de vinos mundial.
Los viticultores se especializan -con ayuda de expertos de Italia y Francia- en vinos de primer nivel. Los viñedos crecen, y una nueva ley establece el vino ruso como marca. Los primeros caldos, sobre todo de la región de Krasnodar, ya están ganando premios internacionales.
«Tenemos de todo para convertir al vino en nuestro producto de exportación más importante», enfatiza Dmitry Kiselyov, un patriota ruso ejemplar. Este hombre de 66 años no sólo es una figura importante en los medios estatales y el mayor propagandista del Kremlin, sino que también es el jefe de la federación de viticultores.
Kiselyov cuenta en su película documental titulada «Basta de envenenar al pueblo» cómo Rusia se quiere deshacer de la extendida imagen de adulteradora de vinos y proceder además contra las importaciones de productos baratos.
Una nueva ley del vino que entró en vigor este verano boreal determinó que la uva del vino ruso sólo puede ser de cultivos locales. En el futuro queda prohibida la importación de mosto. Muchos viticultores rusos hablan de una «revolución».
Kiselyov, que produce un caro vino espumoso bajo el nombre de «Cock t’est belle» en la península de Crimea, anexada por Rusia en 2014, quiere seguir la tradición de Lev Golitsyn (1845-1915). El príncipe fue quien en su momento llevó a Rusia la cultura del vino y el champán de Occidente.
Kiselyov dice que durante 100 años no pasó nada en el tema de la viticultura en Rusia. Y eso que la tradición vitivinícola, como en muchas otras ex repúblicas soviéticas como Georgia y Moldavia, se remonta a cientos de años atrás.
Debido a la campaña contra el alcohol emprendida hace 30 años, bajo el Gobierno del ex jefe de Estado soviético Mijail Gorbachov, fueron destruidas amplias zonas de viñedos. «Con Gorbachov eso fue un suicidio», se queja Kiselyov en su película.
En la nueva ley, el empresario ve un punto de giro, un inicio de la era de los vinos rusos de buena calidad. En el documental de Kiselyov también aparece el crítico británico de vinos Oz Clarke, que certifica el potencial de Rusia y menciona como ejemplo a Nueva Zelanda, que en su momento comenzó de la nada.
Pero también hay críticas a la ley. Muchos viticultores no saben cómo producirán las enormes cantidades de vino solo con uvas cosechadas en Rusia. El año pasado la producción de vino en el país fue de aproximadamente 30 millones de hectolitros. Ni siquiera un tercio fue elaborado con uva de cultivo nacional. Por el momento, Rusia aún cosecha menos vino de viñedos propios que Alemania.
«Estamos convencidos de que la ley llevará a mejores vinos», señaló a dpa el presidente del Grupo Abrau-Durso, Pavel Titov. Ya en la actualidad su empresa exporta vino y champán a 22 países, entre ellos Alemania, Reino Unido, Japón y China.
En 2019 las exportaciones crecieron un 50 por ciento en comparación con el año anterior, un aumento a más de un millón de botellas. Abrau-Durso también se dedica ya al turismo vitivinícola y espera recibir huéspedes desde el exterior.
Entre las marcas rusas más conocidas está Fanagoria. La empresa ganó medallas de oro y plata en el concurso Mundis Vini en Berlín por sus vinos de las cepas Saperavi, Chardonnay, Sauvignon y Cabernet. «Es el primer reconocimiento internacional», comenta el director general Piotr Romanishin.
Fanagoria elogia la nueva ley de vino, que se basó en las de otros países. Así se establecieron reglas para la producción, se mejoró el control de calidad y se protegieron las denominaciones de origen.
«Rusia transmite historia y emociones, por eso vemos mercado para esto», sostiene Roman Kovalev, de la empresa minorista Dovgan. La firma alemana se especializa en mercancías del este de Europa y además de los vinos Fanagoria también ofrece los costosos caldos del viñedo Divnomorskoye, estimados por el Kremlin.
«En las degustaciones muchos quedan sorprendidos», apunta Kovalev. El Fanagoria ya se consigue en cadenas de supermercados y en Hamburgo hay un bar que lo sirve con éxito.
«El interés en lo nuevo está», añade Kovalev. «Pero es un largo camino hasta que un producto así quede exitosamente colocado». También los expertos en Rusia consideran que aún llevará años hasta que el país consiga su lugar en la carta de vinos mundial.
Más fácil lo tiene, por el contrario, la bebida nacional rusa, el vodka, que sigue defendiendo su posición líder ante la competencia extranjera.
Sin embargo, la producción de cerveza se mantiene en Rusia en el primer lugar de bebidas alcohólicas con gran diferencia. En 2019 se elaboraron 676,5 millones de hectolitros de esta bebida. En segundo lugar se ubicó el vodka con 80 millones de hectolitros y en tercer lugar, el vino.
Por Ulf Mauder (dpa)