(dpa) – ¿Remolacha? ¡Noooo! ¿Brócoli y espinaca? Puaj. ¿Arvejas con pescado? ¡No quiero! Muchos niños se ponen complicados a la hora de comer. Algunos ni siquiera han probado una berenjena pero igual dicen con total convencimiento que no les gusta. ¿Qué podemos hacer?
«Mezclar lo que conocen con aquello que no conocen hará que aumente su predisposición a aceptar», comenta la nutricionista Sonja Fahmy. Una buena opción es, por ejemplo, hacer bastoncitos de zanahoria y servirlos con salsa de tomate o hervirlos y ofrecerlos como parte de un plato con hamburguesas. Otra posibilidad sería preparar una salsa de arvejas (guisantes), brócoli y zucchini (calabacines) y servirla con pasta.
De todos modos, ¡a no desesperar! Cuando nos encontramos ante una negativa rotunda, también debemos tener presente que los niños en algún momento descubren su voluntad y que la ponen a prueba. En todo. También con la comida. A veces ejercen ese «juego» hasta que están en edad escolar.
Tal vez sería mejor evitar la frase «pero esta comida es sana», apunta Fahmy, para que los niños no crean que «las cosas sanas son las que no me gustan». El riesgo de que eso suceda es que luego haya cosas que son muy sabrosas y sanas pero que ellos las rechacen de plano. Es decir, no hay otro camino: paciencia.
Y no hay que dejar de servirles algunos alimentos, aunque no les gusten, así los niños se van acostumbrando a sus sabores. Con que coman la puntita del tenedor o un cuarto de una fresa, irán avanzando.