¿Cuántas veces se ha oído que las parejas de antes duraban más pese a tener mucho menos? ¿Es cierto eso? En realidad sí, pero no por lo que la gente piensa. La forma de vida, en pareja también, ha cambiado drásticamente y la sociedad está aún poniéndose en órbita. El papel de la vida laboral, la independencia económica y el papel de la mujer en la sociedad y en las familias ha sido clave para comprender los cambios generacionales.
El ritmo de vida, las rutinas, los trabajos exigentes, la familia e incluso la economía son solo algunos de los retos a superar en compañía, aunque no siempre es sencillo.
De ahí que sean, año tras año, cada vez más los que acuden a terapias para tratar de arreglar las faltas de comunicación o entendimiento para salvar una relación que de verdad les importa pero que ha llegado a un punto en el que necesitan de verdad ayuda para volver a encauzarla.
El verano, de hecho, es una de las épocas de más conflicto. El pasar tiempo en pareja, sin más responsabilidad que convivir y disfrutar, pone el listón bien alto y acaban saliendo a flote algunos de los problemas de base que se han ido acumulando.
Parece que es necesario emular películas, donde la vida sexual de los protagonistas, el ocio siempre divertido y el llenar de actividades cada minuto son la tónica habitual.
Sin embargo, la realidad cambia el guion y muestra cómo las altas expectativas en realidad pueden acabar siendo una presión añadida a la pareja, desencadenando meses donde las cifras de divorcio se incrementan.
La duda para muchos es cuándo comenzar a acudir a terapia para conseguir salvar la relación.
Esta decisión requiere de madurez por las dos partes para asumir, en primer lugar, que hay una falta de comunicación o algún conflicto latente relacionado con gestos o actitudes que a una u otra parte le repercuten en su ánimo.
Gracias a un experto se pueden poner en relieve mensajes que quedaban mal expresados o a los que no se estaban dando importancia que en realidad tienen en los sentimientos de la otra parte. Volver a reajustar ese canal bidireccional necesario para que salga adelante la convivencia y se subsanen los malosentendidos, dando además herramientas para que, en situaciones similares, la gestión sea completamente distinta y se evite la crisis.
Hablar en algo con alguien que, gracias a su experiencia y a sus estudios, dirige la conversación para que ambas partes sean conscientes de lo que ocurre, para que se resalte lo verdaderamente importante y ponga delante una balanza con los retos a superar por ambos hasta llegar a los objetivos es clave para comenzar a arreglarlo.
Uno de los motivos más habituales suele ser la pérdida de intimidad. Cuando empiezan los agobios y problemas en las relaciones, lo primero que se resiente es la intimidad que de verdad hace de una pareja algo más que amistad y complicidad. Es donde se baja la guardia, donde se muestra sin artificios, desnudo en cuerpo y sentimientos. Más allá de hablar, es necesario también apostar por una terapia que refuerce estos momentos incluyendo también vibradores, geles o incluso juguetes sexuales o masajes que vuelvan a hacer que los cuerpos se encuentren.
Algo que parece tan obvio cuesta mucho volver a reconstruirlo, de ahí la importancia de que las dos partes de la pareja tengan claro que quieren conseguirlo, incluyendo esta faceta. Presionar sin más para que la situación se dé solo es forzar algo que podría incluso destruir del todo la complicidad. Reencontrarse, volver a seducirse, reconocerse nuevamente, darse esa nueva oportunidad también en el ámbito corporal es la guinda del pastel, pero no el vehículo exclusivo.
Son muchos los problemas o preocupaciones que pueden hacer que la pareja empiece a mirar en direcciones distintas, pero sin duda el momento de la paternidad es uno de los que más factura pasan.
Los cambios de la unidad familiar, los horarios, las exigencias tanto familiares como laborales, el descanso, los miedos e incluso el tiempo en familia cambian de la noche a la mañana. Ambas figuras, la materna y paterna, ven cómo sus papeles en la relación de pareja van cambiando drásticamente y a ritmo vertiginoso. Si en ese momento falla la comunicación, es probable que comience una crisis que, si no se trata a tiempo, pueda poner en peligro la continuidad.
Encontrarse con la necesidad de proteger a un tercer miembro familiar y educar y transmitir valores no es nada sencillo. Pese a que el instinto es vital, la presión de hacerlo bien hace mella en los padres y en su relación. La exigencia mutua puede llegar a hacer que los desencuentros sean cada vez más frecuentes.
De hecho, según cuentan muchos terapeutas, el cansancio y la falta de tiempo también acaba repercutiendo y rompiendo la complicidad de ambas partes, que acaban reprochándose cosas que, con una conversación a tiempo, paciencia y comprensión hacia la otra parte, podría reconducirse y hacer más fuerte si cabe a ambos. Pero hace falta eso, la capacidad de ver ese momento en el que parar es necesario para volver a colocar cada pensamiento y sentimiento en su sitio.
Apostar por seguir juntos es arriesgado, pero cuando el amor sigue ahí, merece la pena no tirar la toalla. Salir reforzado de las crisis gracias a terapia y a probar cosas nuevas en el campo de las relaciones sexuales siempre merece la pena.
Asumir que existen las crisis, que no son sino momentos en los que los miembros de la unidad familiar acaban mirando en direcciones distintas, es necesario para saber afrontarlas.
Merece la pena intentarlo, hacer lo posible por volver a encontrar las metas y retos familiares a batir, por hacer esa reflexión tanto personal como de pareja para conseguir que de nuevo los mensajes fluyan y no sean en forma de reproche, para que los sentimientos que en su momento unieron a una pareja estén presentes para pensar en soluciones y no en finales.
La vida en pareja no es fácil, y mucho menos cuando la familia se amplía, pero la solidaridad, la empatía, el amor y, sobre todo, el respeto hacia la otra persona, puede volver a recordar cada cosa por la que, en un principio, se formó la unión y por la que seguir luchando. Acudir a un experto para que eche una mano es una de las decisiones más complicadas, arriesgadas e inteligentes que existen en momentos de crisis.
Porque antes de tirar por la borda todo, merece la pena tratar de volver a recomponerlo.