INVERNESS (dpa) – Hay té, galletas y un chaleco salvavidas. Sin embargo, es muy dudoso que estas cosas puedan salvarte la vida si te encuentras con el monstruo al atravesar el lago Ness.
Lo que sí es innegable es que el chaleco salvavidas impide que uno se ahogue. Conviene llevarlo siempre puesto mientras se mueva el barco, recomienda el instructor. Y uno mismo mueve el barco, ya que en Escocia está permitido alquilar y conducir botes con motor sin título de patrón.
Después de un breve curso de introducción en la oficina de la base de alquiler en Inverness, que incluye instrucciones de seguridad, subimos a bordo las provisiones: tostadas, leche, mantequilla, agua y otras cosas para cuatro días.
Soltamos las amarras y a través del Canal de Caledonia nos dirigimos al primer lago. El barco mide 10,4 por 3,8 metros. El motor Nanni Diésel tiene una potencia de 80 caballos de fuerza.
El Canal de Caledonia se extiende entre Inverness y Fort William y atraviesa las Tierras Altas de Escocia comunicando el mar del Norte con la costa atlántica. La construcción duró 19 años y terminó en 1822. Actualmente, es un monumento nacional protegido. La región por donde pasa la vía acuática se llama Great Glen (gran valle). Solo un tercio de su longitud de unos 100 kilómetros es artificial y el resto está formado por lagos naturales.
Ya al llegar al primer puente giratorio, el Tomnahurich Swing Bridge, hay un defecto: el puente no gira y tampoco se cierra. Los coches a ambos lados del canal dan la vuelta. En el canal no hay ningún trayecto alternativo. Hoy será imposible alcanzar la primera esclusa, en Dochgarroch.
A la mañana siguiente, el imponente puente sí obedece girando. Después de pasar por Dochgarroch y el pequeño lago Dochfour, la vista panorámica es amplia. Delante de nosotros se abre el lago Ness, mucho más grande de lo que pensábamos. Imponente, fenomenal, místico. Olas oscuras en medio de una paisaje montañoso. La profundidad máxima del lago es de unos 230 metros.
En la cubierta se puede experimentar en toda su dimensión la belleza de este famoso lago. Gaviotas acompañan el barco, el sol brilla y huele a verde. En la orilla se encuentra el Urquhart Castle, la ruina de uno de los castillos más antiguos de Escocia, como si alguien lo hubiese colocado allí para deleite de los turistas.
Con unos 37 kilómetros de extensión y 1,5 kilómetros de anchura, el lago Ness es el segundo más grande de Escocia. Sin embargo, debido a su profundidad alberga con diferencia el mayor volumen de agua entre todos los lagos escoceses. Seguimos viaje a Fort Augustus, en el extremo sur del lago Ness.
Al día siguiente le espera al barco una escalera de esclusas: cinco escalones, cinco esclusas y seis compuertas de esclusa, una directamente detrás de otra. Nos espera una hora de trabajo pesado. El barco hay que subirlo con cuerdas de una cámara de la esclusa a otra. Este trabajo no lo hace el simpático vigilante de la esclusa. No. Lo tiene que hacer el capitán con sus tripulantes.
Poco después sigue la siguiente esclusa, Kytra Lock, donde un par de casitas con puertas multicolores representan de forma pintoresca el idilio escocés. Después de otra esclusa y un puente giratorio entramos en el idílico lago Oich, el punto más alto del trayecto, situado a unos 35 metros sobre el nivel del mar. Aquí, el agua corre desde dos lados hacia el mar. Es hora de volver.
En el viaje de regreso, la vigilante de una esclusa nos da una estrellita como premio por llevar puestos nuestros chalecos salvavidas. Después de haber navegado casi 100 kilómetros, la despedida del barco es un momento melancólico. «La noche lleva a todos de regreso a casa», reza un refrán escocés. ¿Y si uno no quiere regresar a casa en absoluto?
Información: VisitScotland, Ocean Point One, 94 Ocean Drive, Edimburgo EH6 6JH (email: info@visitscotland.com, www.visitscotland.com).
Por Larissa Loges (dpa)
Foto: Larissa Loges/dpa-tmn