Por Andrea Abrell (dpa) – Las cifras son difíciles de imaginar: En los océanos de nuestro mundo hay alrededor de un millón de formas de vida diferentes, además de alrededor de 1.000 millones de microorganismos. Este es el resultado del «Census of marine life», un censo de la vida marítima en el que trabajaron hace tres años 2.700 investigadores. Estas cifras no sólo ponen en evidencia la enorme diversidad de la vida en los océanos, sino que también revelan la existencia de un inesperado potencial de sustancias activas que duermen en los mares a la espera de que sean investigadas para fines cosméticos, por ejemplo.
Los investigadores de la industria cosmética internacional saben desde hace bastante tiempo cuán efectivos pueden ser los componentes de la vida marítima. Ya a finales del siglo XIX se sentaron las bases de las investigaciones sobre el desarrollo de productos cosméticos de origen marino. En aquel entonces, el médico francés Louis Bagot descubrió el poder curativo del agua e inauguró en Bretaña el primer instituto de talasoterapia.
El uso terapéutico no ha cambiado: las mascarillas de barro o los baños de agua salada con sus microorganismos son buenos para la piel. Hoy, sin embargo, la ciencia ha avanzado mucho más: Numerosas cremas, sueros o mascarillas contienen sustancias activas de algas o plancton.
«Sobre todo para personas con alergia o piel sensible, los productos elaborados a base de sustancias activas marinas son una buena opción», explica la dermatóloga alemana Uta Schlossberger, «porque esos productos no contienen aceites minerales ni colorantes químicos y, además, tienen un pH totalmente neutro». Sin embargo, los cosméticos de origen marino ofrecen más beneficios: «Muchas sustancias activas de origen marino son muy solubles en agua y, por tanto, pueden penetrar muy fácilmente al interior de la piel», explica la microbióloga Antje Labes.
La investigación de la industria cosmética dedica especial atención a las algas: Para poder crecer, las algas sacan directamente del agua y almacenan sustancias nutritivas como vitaminas, minerales y oligoelementos. Un kilogramo de algas contiene las sustancias activas de unos 100.000 litros de agua marina. «Esta alta concentración de sustancias activas es característica de las algas y organismos similares», explica la experta en cosmética Elena Helfenbein. «Por eso, las algas son tan eficaces en la cosmética moderna».
Durante una investigación más detallada, los científicos descubrieron otras propiedades de las algas que benefician a la belleza: Un alga marrón llamado laminaria ochroleuca, por ejemplo, aguanta el oleaje estirándose gracias a su alto contenido de colágenos vegetales, que se utilizan en la cosmética antienvejecimiento para darle más resistencia a la piel. Otra especie de algas ha desarrollado la capacidad de protegerse de la penetración de bacterias mediante sustancias antibacterianas. Esta sustancia activa se usa en cremas para piel sucia y grasa. Otras especies producen un azúcar especial que protege a las algas de impactos medioambientales y que se utiliza para captar radicales libres.
Además de las algas, hay otros organismos oceánicos que son aprovechados en la cosmética moderna. El caviar, por ejemplo, no sólo es un manjar que aparece en los menús de restaurantes de alto nivel, sino que también está presente en algunas cremas. Esto se debe a que la hueva del esturión contiene compuestos proteicos especiales que estimulan el metabolismo celular de la piel. El plancton también está presente en muchos productos cosméticos. Estos organismos diminutos ralentizan la desintegración del colágeno producido por la piel y, además, estimulan la capacidad de almacenamiento de la humedad.
Por su parte, los moluscos son auténticos expertos en materia de defensa: Producen nácar para defenderse de la penetración de granitos de arena. El nácar está compuesto principalmente por carbonato de calcio, una sustancia activa que también ha sido descubierta por la cosmética porque fortalece el tejido conjuntivo. La llamada seda marina se obtiene de los filamentos proteicos con los que los mejillones se adhieren a rocas resbaladizas. Esta sustancia se utiliza en productos para el cuidado del cabello.
«Teniendo en cuenta que actualmente conocemos menos del 0,1 por ciento de los microorganismos que viven en los océanos, es posible hacerse una idea de cuán grandes son las posibilidades de descubrir sustancias activas totalmente nuevas», pronostica la bióloga marina Antje Labes.