Nueva York (dpa) – Desde las ventanas del edificio se avistan el puerto de Nueva York, la línea del horizonte de Manhattan y la Estatua de la Libertad. En su interior huele a pasteles recién horneados.
«Esta es una empresa familiar», dice Dave Tonkonov. «La idea fue de mi hija: ‘¿Por qué viene todo en diferentes sabores y el cono de helado sigue siendo el mismo desde hace 100 años? ¿Y por qué tiene que saber a cartón? Nosotros lo podemos hacer mejor’. Dicho y hecho: convertimos el comedor de nuestra casa en una panadería y comenzamos a trabajar con tan solo una gofrera».
Seis años más tarde, Kristine Tonkonow dirige la empresa «The Konery», cuenta con seis empleados y produce hasta 7.000 barquillos de helado al día de alrededor 15 sabores diferentes como vainilla, chocolate o el más vendido: pastel de cumpleaños. Su madre y su padre, de profesión maestra y técnico en informática respectivamente, ya están jubilados y trabajan ahora para ella. «Aprendemos haciendo, día a día. Queremos que la empresa funcione», dice Dave Tonkonow.
Del comedor de la casa, la empresa se trasladó primero a una cocina alquilada y finalmente, hace un año, a las instalaciones restauradas de la Terminal Militar de Brooklyn en el puerto de Nueva York. «Nací y crecí en Brooklyn y creo que vivir aquí es fantástico», dice Kristine Tonkonow. «Tenía un buen trabajo, y lo dejé para dedicarme a mi proyecto. Brooklyn es el sitio ideal para poner en marcha una idea, por más extravagante que parezca».
La Brooklyn Army Terminal ha celebrado su centenario y, al mismo tiempo, renace como centro artesanal. Durante la Segunda Guerra Mundial, el complejo diseñado por el célebre arquitecto Cass Gilbert, quien construyera también el edificio Woolworth en Manhattan, fue el mayor depósito de suministros del ejército estadounidense.
Tenía su propia estación de policía y bomberos, así como una conexión ferroviaria que permitía que los trenes llegaran directamente al atrio central. En 1958, el ya famoso músico Elvis Presley partió de aquí para su servicio militar en Alemania. Cientos de admiradores y fotógrafos acudieron a despedirlo.
En años posteriores, el monumental edificio de varios cientos de miles de metros cuadrados en el distrito de Sunset Park sirvió como oficina de correos hasta que la ciudad de Nueva York decidiera comprarlo en 1981 y convertirlo en floreciente centro artesanal y manufacturero. Ya se han invertido más de 300 millones de dólares (unos 260 millones de euros) en la renovación y conexión del complejo a la red de trasbordadores.
En septiembre pasado tuvo lugar la inauguración y celebración del centenario con una fiesta callejera a la que estuvo invitado, entre otros, el rapero Busta Rhymes.
La Brooklyn Army Terminal es una «posibilidad de recuperar la artesanía moderna para la ciudad Nueva York», declaró James Patchett, jefe de la agencia de desarrollo económico de la ciudad. Casi todos los locales están alquilados, y en sus instalaciones trabajan ya más de 4000 personas, añadió.
«Consideramos que la inversión de recursos en estas maravillosas instalaciones industriales redunda en beneficio del resurgimiento de los negocios artesanales y manufactureros en Nueva York y ofrece oportunidades a personas de clase media que quieren convertir su idea en negocio. Los neoyorquinos necesitan acceso a productos de calidad fabricados en su ciudad».
Según las autoridades, entre 1992 y 2017 desaparecieron en Nueva York más de 150.000 empleos de este tipo.
Los inquilinos de la terminal son «muy variados», dice Patchett. Además de las obleas de helado, en la Terminal del Ejército de Brooklyn se producen ahora gafas, bocadillos y ropa. Muchos de los empresarios afirman que antes les resultaba muy difícil encontrar locales asequibles en la ciudad, ya que por lo general utilizan máquinas grandes y pesadas, necesitan espacio y conexiones especiales, y además quieren que sus empleados vivan en Nueva York y puedan llegar al trabajo en metro, bicicleta o trasbordador. Gracias a las subvenciones de la ciudad, la Brooklyn Army Terminal puede ofrecer alquileres más bajos.
Los operadores de la terminal brindan a la empresa mucho apoyo, dice Dave Tonkonov de «The Konery». «Es que tienen otra filosofía. El dueño de la cocina que alquilábamos antes solo quería que le pagáramos el alquiler puntualmente. Aquí nos ayudan, por ejemplo, cuando necesitamos más espacio. Y a cambio, estamos tratando de contratar a gente del vecindario».
James Patchett, de la agencia de desarrollo económico de la ciudad, tiene grandes planes para la antigua terminal militar de Brooklyn y confía en contar para ello con más ayuda económica de la ciudad: «Podemos devolver al distrito su antigua gloria con decenas de miles de personas que trabajan aquí de manera moderna e industrial».
Por Christina Horsten (dpa)