Instagram se ha convertido en los últimos años en una de las redes sociales más influyentes del planeta. En la actualidad cuenta con cientos de millones usuarios activos que, cada día, consultan su perfil y publican stories o publicaciones en su muro. Para muchas celebrities e influencers, Instagram se ha convertido en una fuente a partir de la cual generar ingresos, bien sea porque promocionan productos y artículos de otras marcas o porque directamente monetizan sus cuentas.
Esto ha llevado a muchas empresas a dirigir muchas de sus actuaciones de promoción hacia el marketing digital, y en concreto hacia las redes sociales. Con las redes sociales, si se administran bien, se pueden conseguir muchos logros, tanto de difusión como a nivel monetario, pero como contrapartida tienen la asunción de una serie de riesgos.
El contrato privacidad y acceso a la información y entretenimiento
Nadie duda de que internet es una herramienta realmente útil y necesaria en nuestro día a día. Las redes sociales son el ejemplo más claro de ello. Facebook, Twitter e Instagram cuentan con cientos de millones de usuarios activos en todo el mundo que cada día acceden a información relevante desde estas plataformas, comparten sus vivencias o simplemente se entretienen.
Este acceso, a priori gratuito, a entretenimiento, tiene como consecuencia la cesión de datos personales. Es ese «contrato» que se acepta al adentrarse en internet. Los internautas acceden a información, conocimiento y entretenimiento pero a cambio tienen que compartir sus datos, sus gustos, sus aficiones… con todo lo que hay detrás de internet, hasta el punto que, dependiendo de las webs consultadas, los algoritmos de los buscadores ofrecen contenido a los usuarios, es decir, van haciendo perfiles de usuarios y las grandes empresas adquieren información relevante sobre cada internauta.
Esto es, en principio, una especie de contrato que se acepta, de algún modo, a regañadientes, y que difiere de algunas prácticas más reprochables, como la cesión de datos personales de usuarios de internet entre grandes empresas.
La seguridad en las redes sociales
Todas las redes sociales tienen como punto en común que para registrarse en ellas el modo de hacerlo es mediante una cuenta de correo electrónico y una contraseña. En el caso de Instagram, que ha superado en relevancia a Twitter, así como en otras redes, además del espacio público que se comparte con los demás en la red social, existe un ámbito más privado, en el que solo se comparte información con los amigos y seguidores.
Existe una recomendación clara conocida desde hace años que es la de utilizar contraseñas que no sean fácilmente detectables por usuarios ajenos, puesto que esta es una fórmula para evitar que otros usuarios entren en el perfil de la red social de turno para manejarla a su antojo.
A pesar de ello, las fórmulas para hackear las cuentas sociales son muy variadas. El hacking o hackeo es la acción de entrada no autorizada en un sistema informático o red. Es una práctica ilegal, pero que se produce habitualmente y que en determinadas circunstancias puede ser entendible.
Para realizar hacks en Instagram, esto es, conocer las contraseñas de acceso, existen aplicaciones como xploitz que, en cuestión de minutos, logran realizar esta tarea.
Habitualmente no es aconsejable, e incluso es un delito, hackear instagram, pero la existencia de una aplicación para hackear y obtener una contraseña puede llegar a ser positiva por ejemplo en casos de que menores tengan acceso a estas redes sociales, para conocer el comportamiento de los jóvenes.
Las precauciones con los niños en las redes sociales
El hackeo de las redes sociales es el último paso que deben acometer los padres o los adultos para controlar el comportamiento de los menores en redes sociales.
Instagram, Snapchat, y en menor medida Facebook y Twitter, son plataformas muy atractivas para los jóvenes, y en muchas ocasiones resulta difícil para los padres controlar qué uso hacen de estas redes sus hijos. La solución para este tipo de situaciones ha de ser la de un acuerdo mutuo, dejar que los adolescentes tengan redes sociales si así lo desean pero tener acceso al perfil, para comprobar si existe algún caso de bullying, pederastia, el robo de identidad o el daño a la reputación digital.
A los pequeños hay que explicarles que en internet hay que seguir las mismas normas que en la vida real, de modo que: nunca hay que mandar información a desconocidos para evitar posibles actos de acoso, no se deben publicar datos de contacto en redes sociales, fotos y otras páginas, hay que ignorar las propuestas de regalos o dinero fácil, pues tras esto lo que se oculta son posibles estafadores o pederastas, y finalmente tampoco hay que quedar con personas a las que no se conoce y ser muy cuidadoso con los amigos que se hacen en las redes sociales.