WASHINGTON (dpa) – Peter murió como muchos desearían: rodeado de su familia, en casa. «Falleció en el piso de arriba, mientras abajo preparábamos el pavo», recuerda su viuda Sally. Era el Día de Acción de Gracias de 2009 y muchos familiares estaban con él. Pero lo que ocurrió después resulta bastante inusual: Sally no llamó a la funeraria, sino que optó por un funeral en casa.
«Son nuestros seres más queridos, ¿por qué dejárselos a expertos o gente ajena a la familia?», se pregunta Elizabeth Knox, fundadora de la organización Crossings, que ayuda a quienes desean celebrar un funeral en casa ofreciendo por ejemplo talleres. Según la organización, en 45 estados norteamericanos es posible celebrar un funeral sin necesidad de que tercien empleados de la funeraria.
Tras la muerte de Peter, una monja de la casa mortuoria que ayudó a Sally Craig certificó el fallecimiento y llevó el documento a un médico. Después, la familia lavó al difunto, lo vistió y lo llevó a su despacho, donde lo velaron. Más tarde, lo cubrieron con un edredón y colocaron un manto tibetano sobre su cabeza y hombros.
Sally sabía lo que había que hacer para poder velar a Peter. Utilizó hielo seco, pues no era necesario embalsamarlo. Informó a amigos y familiares para que pudieran despedirse de él y lo velaron durante cuatro días. «Convertimos su despacho en una especie de santuario», explica la viuda.
Los «home funerals» resultan también sustancialmente más económicos. Según la asociación de funerarias de Estados Unidos (NFDA), los costes medio de un funeral ascienden a los 7.000 dólares (unos 5.000 euros), mientras que hacerlo en casa puede salir por unos pocos cientos de dólares.
Jack Mitchell, de la NFDA, opina que ese es uno de los motivos de su popularidad. Sin embargo, sostiene que se trata de actos «especialmente complicados» y que «deberían llevarlos a cabo expertos». Knox, en cambio, afirma que no puede permitirse «malgastar decenas de miles de dólares» y que los funerales en casa son, por encima de todo, «un acto de amor». «Creo que a todos nos ayudó con nuestro luto», dice por su parte Sally.
Aunque la organización de Elizabeth Knox registra cada vez una mayor demanda, la mayoría de estadounidenses confía en una empresa funeraria, afirma. «Especialmente tras la guerra civil y en los primeros años del siglo XX, la gente se alegraba de poder delegar todas las tareas que conlleva un funeral», explica Gary Laderman, profesor de religión de la Universidad de Emory. Antes, había una «intimidad mayor, más fuerte, entre vivos y muertos».
Sally Craig pudo recuperar al menos un poco de esa intimidad perdida, y sostiene que volverá a decantarse en el futuro por un «home funeral». El cuerpo de Peter no abandonó su casa hasta que llegó el momento de la incineración. Y lo hizo «con los pies por delante», como siempre quiso. Su viuda sólo contrató los servicios de una funeraria para el transporte y la cremación.
Por Lisa Wolf