(dpa) – Flow Vélo es el nombre de una nueva ruta para ciclistas que transcurre a lo largo de unos 290 kilómetros desde Thiviers, en el departamento francés de Dordoña, hasta la costa atlántica, con viaje en ferry a la isla Aix incluido.
La ruta transcurre por carreteras secundarias alejadas, senderos campestres y viejos trazados ferroviarios. Una cronología de viaje:
Día uno: De maceteros y condones
El tren se adentra en la verde Dordoña hacia Thiviers, punto de partida de la Flow Vélo. Su aire provinciano es indiscutible. Paseando por sus calles es posible apreciar sus casas con postigones, maceteros y chimeneas de ladrillo.
La vida aquí fluye tranquila. En caso de que se vuelva algo más intensa, hay máquinas automáticas dispensadoras de condones frente a las farmacias.
Día dos: Ayuda profesional
Hasta Saint-Pardoux-la-Rivière, se reconvirtió un viejo trazado ferroviario en sendero para las bicicletas. A ambos lados del camino se aprecian praderas verdes, los árboles están recubiertos de musgo y hiedras. Aquí crecen robles, hayas, castaños, avellanos y retamas. La grava rechina debajo de las ruedas. El aire es fresco, libre de contaminación industrial.
Una de las paradas de este recorrido es Saint-Jean-de-Côle. Con 359 habitantes, esta localidad se encuentra en la lista de los pueblos más bonitos de Francia. Su monasterio y el Castillo de la Marthonie recuerdan al Medioevo.
¡SOS, se pinchó una rueda! Si esto sucede en Saint-Pardoux-la-Rivière, a dos minutos de la única bicicletería en 30 kilómetros a la redonda, uno puede sentirse afortunado.
La ruta sigue con bastante comodidad a través del campo, a pesar de algunas pequeñas subidas algo más complicadas. Con sus subidas y bajadas, sus curvas y rectas, Flow Vélo representa la vida misma. Cuando se llega a Feuillade, uno ya se siente bastante cansado.
Día tres: Ciudad, campo y río
Por la mañana se escucha el cantar de los pájaros. Corre viento y las ramas se agitan ruidosas. El camino sigue a través de praderas lisas de un verde intenso, por momentos brilloso.
Con sus 42.000 habitantes, Angulema parece casi una gran ciudad. Las desventajas: lleva demasiado tiempo ingresar en ella, hay ruido y humo de escape de los vehículos. Las ventajas: su cultura gastronómica, su mercado, las flores del ayuntamiento, sus murales y su catedral.
Después de esta dosis de urbanidad, hace bien volver a la pradera, que se recorre en paralelo al río Charente. En el camino que lleva a Châteauneuf-sur-Charente comienzan los viñedos. Se ve pueblo tras pueblo.
Día cuatro: A beber cognac
¡Es hora de tomar un cognac! En la ciudad se encuentran numerosas bodegas. El productor Baron Otard guarda su producción en un castillo. Lo acompaña la guía Elisabeth Gillett. «Cuando se toma cognac añejado siempre se toma un pedacito de historia», dice. Andar en bicicleta y tomar alcohol no es a priori una buena combinación, pero Gillett alienta a probar.
Una vez de regreso a la bicicleta, el camino transcurre entre praderas y pasturas para ganado. Desde un estanque se escucha un concierto de sapos. Hasta que se llega al destino del día, Saintes.
Día cinco: De Saintes a Rochefort
Saintes tiene muchos sitios agradables, como sus zonas a orillas del río Charente, su catedral, la iglesia Saint-Eutrope y su anfiteatro romano. Luego viene la etapa de 58 kilómetros hasta Rochefort, donde se pueden apreciar la belleza de las flores botón de oro así como el vuelo de las mariquitas.
Sin embargo, la civilización no está completamente ausente por estos lares, ni acústica ni visualmente. Por momentos se escucha el ruido del tránsito y se divisan silos. La entrada a Rochefort es complicada por el tránsito. Pero esto se ve compensado por su zona portuaria, su mercado, su plaza principal y su réplica de la histórica fragata L’Hermione (salvo que esta se encuentre justo de expedición en el mar).
Día seis: El llamado del mar
Un camino agradable a lo largo del río lleva hacia la salida de Rochefort. A partir de aquí, las zonas húmedas se extienden hasta el Atlántico hasta llegar al balneario de Fouras. El viaje en ferry hasta Aix dura 20 minutos. Por la bicicleta se paga aparte.
En verano, viajan a la pequeña isla masas de turistas, aunque fuera de temporada el clima es más tranquilo. El recorrido por la isla lleva a fortalezas, costas rocosas y una playa principal en medio del graznido de las gaviotas y el aroma de los pinos.
Día siete: El lugar en el que estuvo Napoleón
Después de Waterloo, Napoléon pasó en julio de 1815 sus últimos días en suelo francés en Aix. Un monumento recuerda al comandante, que goza de estatus de héroe en el museo local. Al igual que Napoleón, en algún momento el ciclista deberá abandonar la isla. Napoleón partió hacia el destierro. Los ciclistas del Flow Vélo, en cambio, se dirigen en tierra firma a la próxima estación de trenes para regresar a Rochefort. O, como el paseo fue tan bonito, regresan a Thiviers.
Por Andreas Drouve (dpa)