ARONA, Tenerife (dpa) – Para Noemi Díaz Delgado no hay ninguna duda: «La culpa la tenían los suecos», dice la encargada de turismo de la región de Arona, con una sonrisa burlona. «Aquí todo empezó con ellos». Díaz Delgado está sentada en el bar de la piscina del hotel-balneario «Mar y Sol», en Los Cristianos, y observa la escena. Detrás de ella, acompañados por terapeutas, diabéticos y parapléjicos hacen ejercicios en el agua de la piscina, que tiene una temperatura de 37 grados. En la piscina de al lado, un poco menos caliente, comienza una clase de prueba de buceo para personas discapacitadas. De repente se oye el zumbar de servomotores: varios turistas en silla de ruedas han salido de sus habitaciones y compiten entre sí para asegurarse los mejores sitios en la sombra.
Un grupo de jóvenes que padecían esclerosis múltiple dio la señal de salida. El primer grupo aterrizó en 1957 en el sur de la isla canaria de Tenerife en busca de un lugar para pasar las vacaciones en un entorno climático adecuado. El tiempo estaba bien pero no la infraestructura. «Antes de que llegaran, nosotros éramos pobres y vivíamos aislados. Aquí casi no había nada», recuerda Díaz Delgado.
Sin embargo, después de que algunos equipos televisivos escandinavos informaran sobre la atrevida excursión del grupo, cada vez más discapacitados vinieron aquí. Los pescadores y campesinos vieron la oportunidad de hacer un buen negocio y reformaron sus cabañas adaptándolas a las necesidades de los nuevos huéspedes. Después, poco a poco fueron apareciendo hoteles y restaurantes.
«¿Y ahora?». Díaz Delgado, hace una pausa intencionada y después prosigue, dando importancia a sus palabras: «Ahora somos unas las regiones turísticas líderes de Europa». Gracias a los discapacitados, subraya. «Estamos para siempre en deuda con ellos».
Una deuda que en toda la isla se paga con una infraestructura libre de barreras sin precedentes. Con siete kilómetros, el paseo marítimo entre Los Cristianos y la vecina localidad de Playa las Vistas es la más larga de Europa sin escaleras ni obstáculos peligrosos, con bordillos bajados de nivel y con numerosas rampas.
En varios tramos de la playa, los discapacitados pueden meterse en el mar gracias a sillas de ruedas anfibias especiales, empujadas por personal cualificado. En los anchos paseos hay suficiente espacio para que los discapacitados puedan girar sus sillas de ruedas y adelantarse a otros. Autobuses de piso bajo o vehículos lanzadera los llevan a otros destinos libres de barreras en toda la isla. En barcos de excursión como el «Gladiator», que salen de la localidad costera de Los Gigantes, pueden observar ballenas, e incluso en la Cueva del Viento, cerca de Los Realejos, el quinto tubo volcánico más grande del mundo, se ofrecen excursiones para turistas ciegos.
«Procuramos que todo el mundo pueda vivir todas las experiencias aquí», dice Dulce Torres, responsable del área de accesibilidad de la Sociedad Insular para la Promoción de Personas con Discapacidad (Sinpromi), en su oficina de cristal en la calle Góngora, en Santa Cruz, la capital de Canarias. «Da igual si son personas discapacitadas, mujeres embarazadas, familias con hijos pequeños o ancianos: todos se benefician de la ausencia de barreras», dice Torres. Los miembros de la sociedad, en muchos casos ellos mismos discapacitados, utilizan sus experiencias y conocimientos para asesorar a particulares e instituciones públicas en la aplicación de medidas para reformar edificios que a veces tienen siglos de antigüedad.
Un logro del trabajo de la sociedad es el Museo de la Naturaleza y el Hombre, situado en un antiguo hospital civil en la calle Fuente Morales de Santa Cruz. Este museo estatal, el primero de España completamente libre de barreras, cuenta con muchos ascensores, un sistema de audioguías para personas con problemas de visión, mucho espacio y vitrinas colocadas a baja altura para los usuarios de sillas de ruedas y iPods con software especiales que ayudan a los sordomudos a recorrer el museo.
Néstor Yanes, de la administración local de museos, está especialmente orgulloso del sistema de guiado táctil del museo. En cada letrero indicador y en la parte inferior de los pasamanos hay pequeños botones que transmiten información en el sistema de lectura braille. «La mayoría de los visitantes no se da cuenta de su presencia», dice Yanes al tocar una de las barandillas de color amarillo oro. «Los ciegos, sin embargo, saben inmediatamente que aquí comienzan algunos escalones». Además, muchos objetos expuestos tales como amonites de millones de años de antigüedad, no se encuentran en vitrinas, sino en mesitas. «Quien tiene problemas de visión simplemente puede tocar los objetos y sentir las estructuras», explica Yanes.
Además de la oferta cultural, también la naturaleza se puede vivir libre de barreras, gracias a las sillas Joëlette, sillas de ruedas especiales para el exterior que superan prácticamente cualquier desnivel en el terreno. Con este vehículo de una rueda y parecida a una litera, los discapacitados incluso pueden llegar al Pico del Teide, la montaña más alta de España. Mucha gente no confiaba en que Elena Martínez, paralizada del cuello para abajo a causa de un accidente de tráfico sufrido hace 22 años, lograra su objetivo cuando se puso en marcha con su silla Joëlette. «Incluso la policía no lo podía creer y nos acompañaba al principio», dice Martínez con una sonrisa. Sin embargo, la ex bailarina, de 38 años, no vaciló y logró conquistar el gigantesco volcán. «Simplemente quería hacerlo, cueste lo que cueste».
Toda una aventura, sin lugar a dudas. Un paso en falso de los ayudantes capacitados, que tiran delante y empujan detrás, hubiera arrastrado a todos al abismo. Sin embargo, todo salió bien. El curioso vehículo, puesto a disposición de Elena por la asociación Montañas para Todos, superó todas las crestas y al final, Elena se convirtió en la primera persona postrada en una silla de ruedas que pudo contemplar desde la cima las nubes que se extienden alrededor del Teide. «Una sensación maravillosa. Demostré que también en silla de ruedas todo es posible».
INFORMACIÓN BÁSICA: Tenerife
Cómo llegar: la localidad costera de Los Cristianos está situada a unos 30 kilómetros al suroeste del aeropuerto de Tenerife Sur (Reina Sofía). Desde el aeropuerto, el viaje en coche de alquiler dura unos 20 minutos.
Cuándo viajar: Durante todo el año, el tiempo en Tenerife es templado y soleado. En los meses de verano, de finales de mayo a mediados de septiembre, las temperaturas diurnas alcanzan un máximo de más de 30 grados. Con temperaturas de hasta 25 grados, la primavera, el otoño y el invierno son épocas muy agradables en la isla.
Informaciones: Sinpromi, Calle Cóngora s/n, 38005 Santa Cruz de Tenerife (Tel.: 0034/922 24 91 99, E-Mail: accesible.sinpromi@tenerife.es).
Por Sven Schneider