Hace unas semanas junto a Paco y Cristina visité el majestuoso Tejo de Bermiego del que había oído hablar en numerosas ocasiones pero que no había tenido la oportunidad de ir a ver hasta ese soleado día de domingo, bajo un cielo azul y un calor inusual para la época del año en la que nos encontrábamos disfrute de un hermoso paseo y del honor de encontrarme cara a cara frente a un Tejo Milenario, allí pude imaginar cuantas cosas pudo haber visto y ser testigo aquel mágico árbol…
A continuación os dejo el relato de Cristina tal cual ella ve y siente a este hermoso árbol, espero que lo disfrutéis, al igual que las fotos de Paco….sin más…
Con sus raíces milenarias bien agarradas a la tierra, el Tejo de Bermiego domina el valle de Quirós desde su atalaya a 700 metros de altitud y vigila con su mirada los puertos de Agüera y las tierras de Peña Ubiña.
Plantado hace más de mil años en las faldas de la sierra del Aramo, este ser mágico fue árbol sagrado para los celtas, a su sombra se reunían y oraban a sus dioses y con sus frutos rojos, se suicidaban, antes de verse abocados a la esclavitud de los pueblos invasores.
Que a su lado se construyera una iglesia, magnifica su poder y habla del respeto que se le tenía y por ese motivo los cristianos usaron su ubicación para borrar los antiguos ritos paganos e instaurar los sus nuevos rituales… pero yo me quedo con el sencillo altar que hay colocado debajo del Tejo, un par de piedras son suficientes para crear la más bella catedral, donde todo el mundo es bienvenido y nadie se va indiferente.
Acercarse a Bermiego, es viajar a otro tiempo y a eso ayuda la sinuosa carretera que nos deja a la entrada del pueblo, desde donde, en una agradable caminata, podemos disfrutar de las paneras, hórreos, fuentes y molinos que nos salen al paso. Para llegar al anciano Tejo hay que seguir una pista que une el pueblo con el cementerio y a pocos metros de dejar éste atrás, aparece una desviación en la que está indicado que has llegado a su casa.
Verlo por primera vez, impresiona, por la sabiduría y energía que emana de este lugar. Cuando regresas a visitarlo, es como volver a ver a un amigo, que te espera con los brazos siempre abiertos, brindándote el cobijo de sus ramas.
Si tocas su corteza seca y dura puedes notar la savia que bombea lentamente y hace que nazcan brotes que te recuerdan que la vida es un círculo y aquí está presente la vida y la muerte en toda su esencia. Yo no lo puedo evitar y cada vez que voy, lo acaricio con cariño, cuidadosa de no estropear ningún brote… es mi memoria, mi historia, mi familia… es de donde vengo, es la energía, las ganas de vivir, la constancia y el tesón en estado puro y pienso que si fuese moza y tuviese que “tirar los tejos” a un mozo el domingo al salir de misa, bien segura tendría que estar de mi elección para no privar inútilmente de una hoja a este bello ser que nos acoge y protege.
El anciano Tejo bien se merece una visita, para saludarlo, admirarlo y mostrarle nuestro respeto, como cuando visitamos a nuestros mayores y les hacemos llegar nuestro amor.
Así que ya sabes viajero, si nunca has ido, vete; si ya lo conoces, vuelve, porque la última vez que lo fui a saludar estaba necesitado de mimos.
Al igual que Cristina os animo a visitar Bermiego y ver el Tejo porque no te deja indiferente al igual que otro magnifico roble del que hablaremos otro día y que se encuentra también en el pueblo.
XANINA
Saludos
Con la colaboración especial de Cristina Rivas Dominguez y las fotografias de AsturPaco Fotografias.