(dpa) – Un Mini rojo corre por una carretera de los Alpes italianos, con el número 39 pegado en sus puertas y neumáticos de invierno en el portaequipajes superior, camino de la Coppa delle Alpi, el rally reservado a coches clásicos que se disputa desde 1965.
A ambos lados de la carretera hay una gran acumulación de nieve. Unos 50 coches clásicos participan en esta prueba, que recorre los pasos alpinos todavía transitables, y el Mini siempre va delante.
El Mini original ganó el Rally de Montecarlo
El irlandés Patrick «Paddy» Hopkirk y su copiloto Henry Liddon pilotaron en 1964 el Mini que venció en el legendario Rally de Montecarlo, frente a rivales teóricamente más fuertes y rápidos.
El finlandés Rauno Aaltonen, apodado «Profesor de Rallies», solo quedó séptimo en su primer «Monte», pero en 1967 lo ganó y su aventura hizo que el Mini urbano fuera admirado como deportivo.
Un minicoche que corre como alma que lleva el diablo
«El coche era pequeño y las carreteras estaban llenas de curvas. También eran bastante estrechas», recuerda con entusiasmo Hopkirk.
El rendimiento del motor ayudaba. El Morris Minor Cooper S, el nombre oficial del modelo, alcanzaba 51 kW/70 CV de serie. En los rallies subía a 81 kW/110 CV. Con solo 620 kilos, el Mini volaba.
Su centro de gravedad era más bajo que el de un Porsche o Ferrari y giraba casi como un kart. El Mini no pasaba de 145 km/h, pero superaba a coches que solo demuestran su potencia en las rectas.
El Mini nació hace más de 60 años
Frank Wilke, de Classic Analytics, un observador del mercado, dice que el espíritu deportivo del Mini nació casi sin querer.
El británico Alec Issigonis esbozó el primer Mini en una servilleta y puso en marcha técnicas revolucionarias: el motor delantero montado transversalmente con caja de cambios integrada y tracción delantera. Y, así, surgió el Mini en el verano de 1959.
Wilke recuerda las sensacionales victorias del Mini en Montecarlo sin dejar de citar su modesta potencia.
A finales de los años 70 llegó el olvido
«La fama se esfumó, los modelos deportivos de Cooper desaparecieron de la gama, y la calidad de producción llegó a un mínimo histórico bajo la dirección de Leyland», explica Wilke el ocaso del Mini.
A principios de la década de 1990, tras la compra de Rover por BMW, todo empezó a mejorar. Los alemanes revivieron al Mini con motores más grandes e interiores elegantes, y hasta con un descapotable.
Según Wilke, cuidarlo como un coche clásico da sus frutos. El Mini clásico es considerado un símbolo del «Swinging London» de los años 1960. Y su precio lo convirtió en un coche clásico popular.
Stefan Behr, del departamento de coches clásicos de BMW, dice que algunos modelos pueden alcanzar sumas de seis cifras. Y Wilke asegura que un Mini 1000 de 1972 puede costar unos 11.000 euros (12.122 dólares) o un Cooper de la época de Aaltonen 28.000 euros.
El frío también es para los coches clásicos
«Con una preparación adecuada, se puede participar en reuniones de coches clásicos y seguir la ruta del (Rally de) Montecarlo incluso en invierno», dice Sepp Rothe, restaurador de coches clásicos.
«Para ello, se debe comprobar antes el funcionamiento de la calefacción, el ventilador y la iluminación, y los líquidos como el refrigerante, el limpiaparabrisas y el aceite de motor deben ser los adecuados para las temperaturas previstas», dice Rothe, quien añade que también se deben utilizar neumáticos de invierno.
Limpieza meticulosa después de un rally invernal
El restaurador recomienda comprobar los niveles de líquidos a la llegada y revisar si hay daños. También hay que limpiar la sal de la carretera. «Un lavado de bajos no es suficiente», avisa. «Es mejor limpiar el coche a fondo por debajo», recomienda.
Rothe cree que circular con nieve y hielo es menos perjudicial para un coche clásico que la inactividad: «Así puede volver a competir el próximo invierno». Como Rauno Aaltonen, que intentó varias veces repetir su legendaria victoria.
Por Thomas Geiger (dpa)