(dpa) – La cerveza artesanal no es para paladares comunes. «Se la ama o se la detesta», asegura Mareike Hasenbeck. Es el primer trago el que define si se despierta la curiosidad o si no se le dará jamás una segunda oportunidad. El momento clave para esta alemana de Múnich se produjo hace siete años y fue con una «Pale 31» californiana. El aroma a lúpulo concentrado le cambió la vida, afirma.
«Fue impresionante», recuerda esta periodista especializada en cerveza, a la que en su momento ni siquiera le gustaba esta bebida. Ahora, Hasenbeck es sommelier de cerveza, jurado habitual de los premios del rubro y bloguera experta en cerveza artesanal en el blog «Feiner Hopfen».
Así fue que estuvo muy cerca cuando el movimiento de cervezas artesanales pasó de Estados Unidos a Alemania. «Fue hace unos siete años», dice la bloguera. Y eso que las nuevas cervezas artesanales de ninguna manera son un invento moderno de los estadounidenses. Entre las más populares figura la India Pale Ale (IPA), creada por los ingleses en el siglo XIX.
«En un principio habían enviado su Ale normal a los soldados estacionados en la India. Pero en el largo viaje la cerveza se ponía mala», explica el técnico en bebidas Klaas Reglitz del Instituto Leibniz de Biología Sistemática de Alimentos.
Por eso los cerveceros pensaron en cómo hacer que la cerveza fuera más estable. «Más alcohol sirve para conservar y más lúpulo la hace más resistente a los gérmenes», asegura el científico. Así que la hicieron más duradera con siete, ocho, nueve por ciento de alcohol y más contenido de lúpulo y la enviaron de viaje como India Pale Ale. De ahí, su nombre.
Una investigación determinó que la cerveza artesanal pierde tras tres meses a temperatura ambiente dos tercios de su importante aroma a lúpulo, dice Reglitz. Por eso, recomienda: «Es mejor almacenar la cerveza en un lugar fresco y beberla pronto».
La pérdida de aroma es lamentable, porque un fuerte aroma a lúpulo es justamente lo que distingue a una cerveza artesanal. «Sobre todo los tipos estadounidenses de lúpulo como Cascade, Citra o Eureka, con los que experimentan muchas fábricas de cerveza pequeñas, aportan notas tropicales y frutales», señala Reglitz. Y con el tipo de lúpulo llamado Polaris incluso ya se ha creado alguna cerveza que huele y sabe a bombones de helado.
«También se tiende a combinar tipos de malta que pueden presentar un aroma a chocolate o cacao», observa Hasenbeck, que detectó también otra tendencia: una India Pale Ale que se fabrica con una levadura especial, se ve turbia como un jugo de fruta y sabe a maracuyá o mango.
Muchas veces los fabricantes de cerveza son verdaderos «nerds» de la cerveza. Un buen fabricante de cerveza artesanal puede ser comparado con un buen cocinero. «También viaja mucho por el mundo, recoge ideas y vincula eso a su propio sello», dice Marc Marc Rauschmann, empresario del sector.
Rauschmann es gerente de la cervecería «BraufactuM». Cada uno de sus 18 tipos de cerveza tiene su propia historia. Así, por ejemplo, la Stock Ale pasa cuatro meses en barriles de roble en una destilería de whisky, en los que previamente hubo whisky estacionado durante tres años.
¿Y cuál es el resultado? «Un aroma dulzón a frutos secos y pasas de uva, con casi 12 por ciento de alcohol y una ligera nota a whisky», describe Rauschmann su «Barril 1».
Lo más apasionante para él es la diversidad de aromas: hay 2.000, el doble que en el caso de los vinos. «Así para cada comida se puede crear la cerveza adecuada».
Por Claudia Wittke-Gaida (dpa)