(dpa) – Un día de otoño hace casi 20 años, en la pequeña comunidad canadiense de Tumbler Ridge, Daniel Helm y un amigo bajaron por un río con una cámara de neumático inflada cuando uno de los chicos cayó al agua y tuvieron que alcanzar la orilla a nado.
Aliviados y curiosos, decidieron salir a explorar por la zona y notaron extrañas hendiduras en algunas losas de roca en la orilla. Las deformaciones parecían dentadas y se repetían cada pocos pasos. ¿Qué podría ser eso?
Pidieron la opinión de expertos y luego nada volvió a ser como era en Tumbler Ridge. Lo que habían descubierto los jóvenes en las Montañas Rocosas del norte eran huellas fosilizadas de dinosaurios.
«Desde el principio tuvimos la idea de que podían ser huellas de dinosaurios», recuerda Helm, que ahora tiene 27 años. «Sin embargo, tomó un tiempo hasta que los adultos también se convencieron de ello», reconoció.
Los rastros se remontan a la era del Cretácico Superior hace casi 100 millones de años, cuando los paisajes del noreste de la Columbia Británica eran todavía selvas pantanosas. Hoy en día, la región se encuentra en las montañas y aún es un dato secreto que pocos conocen.
«Las huellas de dinosaurios despertaron a Tumbler Ridge del sueño de la Bella Durmiente», asegura el geólogo Cameron Drever, mientras quita con una mano cuidadosamente el polvo de las rocas. Y cuando ilumina con una linterna las deformaciones en la piedra, de pronto las huellas de tres puntas son claramente reconocibles.
Drever trabaja como investigador en Tumbler Ridge y acaba de llevar a los visitantes por un sendero de dos kilómetros hasta Flatbed Creek, cerca de donde los niños encontraron los primeros rastros. Desde entonces, se han descubierto docenas más de huellas de varias especies de dinosaurios en la región, incluyendo al menos 40 áreas con restos óseos.
La UNESCO ha declarado a la región de Tumbler Ridge como geoparque por su rica diversidad geológica. Es uno de los tres parques de este tipo en Canadá y de los 147 que existen en todo el planeta. Es el único lugar del mundo donde se han hallado rastros fosilizados del Tyrannosaurus Rex, en los que se pueden observar más de una huella.
Sin embargo, Tumbler Ridge no está superpoblada. Mientras que en el verano se apiñan multitudes de visitantes en parques nacionales como Banff, Jasper o Yoho, ubicados a un día de viaje hacia el sur, y muchos campamentos están llenos durante meses, las Montañas Rocosas alrededor de Tumbler Ridge siguen siendo sinónimo de un Canadá solitario.
«Aquí tenemos algunos de los más espectaculares glaciares, lagos de montaña, ríos de aguas rápidas y cascadas de las Montañas Rocosas», dice Randy Gulick, director de una empresa de viajes turísticos local.
Gulick no está lejos de la aldea, a orillas del río Murray, y pone en marcha su bote Invader de alta velocidad. Los motores aúllan y están listos para salir. El destino es uno de los monumentos naturales más espectaculares de la Columbia Británica: Las cascadas de Kinuseo en el Parque Provincial Monkman son unos metros más alta que las cataratas del Niágara y sólo son visitadas por unos pocos miles de visitantes al año. Se puede llegar a ella por un camino de grava de 50 kilómetros o en bote.
El ruido del agua que cae es ensordecedor, mientras el Invader sube y baja en el agua batida. Los rayos de sol que aparecen una y otra vez por entre las nubes dibujan un arco iris.
Las cataratas saltan sobre pliegues de roca en forma de S que datan del período Triásico hace 250 millones de años, cuando el lecho marino cerca del entonces supercontinente Pangea se elevó para formar las Montañas Rocosas, que hoy en día se extienden desde Nuevo México en los Estados Unidos hasta el norte de Columbia Británica, en Canadá.
Se puede llegar a la cima de esta cadena montañosa, no a pie ni en un tren de montaña como en la mayoría de los parque nacionales, sino con un vehículo todoterreno. Esto está permitido en los alrededores de Tumbler Ridge. También circulan cuatriciclos y motos de nieve en invierno.
La temporada de verano es breve en Tumbler Ridge y va de junio a principios de septiembre. Los inviernos son fríos y con mucha nieve, por lo que son especialmente atractivos para los conductores de motos de nieve y quienes practican caminatas con raquetas de nieve.
El todoterreno avanza por antiguos caminos rurales y forestales que en su día fueron trazados por las empresas mineras. Sube empinadamente, sobre pistas embarradas, a través de campos de hielo y nieve, a lo largo de vertiginosas laderas y crestas. «No nos estrellaremos», bromea Gulick.
Luego de una hora de viaje, se alcanza el objetivo: la cima del Monte Hermann, de 1.700 metros de altura. La vista panorámica hacia la región norte de las Montañas Rocosas es deslumbrante: Se pueden ver extensas zonas boscosas, lagos, áreas nevadas y glaciares, de vez en cuando también antiguas minas. En el camino de regreso, dos osos grizzly saltan de la zanja.
Hay menos acción en las laderas del Monte Babcock, a una hora en coche al sur de Tumbler Ridge. Aquí es donde comienzan algunos de los senderos más hermosos del geoparque, que suman un total de 300 kilómetros y que conducen a través de la naturaleza salvaje.
Esto también se aplica al camino a través del Boulder Garden con sus extrañas formaciones rocosas y almenas que se generaron durante la formación de las Montañas Rocosas. «Aquí actuaron fuerzas enormes», dice el geólogo Drever.
Después de una buena hora, Drever llega al denominado «Shipyard» (astillero), una serie de impresionantes torres de roca que se asemejan a barcos.
Es un lugar áspero, aislado y olvidado en medio de la inmensidad infinita de las Montañas Rocosas, donde el paisaje sigue pareciendo como debe haber sido en todo el planeta en un inicio: solitario, prístino y sin descubrir.
Uno no se sorprendería si se encontrara aquí a un dinosaurio a la vuelta de la esquina.
Por Jörg Michel (dpa)