(dpa) – Los animales son los mejores amigos del hombre, se afirma con frecuencia. Pero hay muchas personas que les tienen miedo. Por ejemplo los niños se aferran a la mano de sus madres cuando en su camino se cruza un perro de gran tamaño, tal vez emitiendo sus ladridos.
Y el miedo puede verse fortalecido además por experiencias negativas. «La cuestión del miedo es un poco comparable con un libro que a la hora de nuestro nacimiento aún tiene páginas vacías. Mediante experiencias estas páginas van siendo rellenadas», explica el profesor Marcel Romanos del Centro para la Salud Psíquica (ZEP) de la Clínica Universitaria de Wuerzburg, en Alemania.
Si por ejemplo una madre tiene pánico a las arañas y en presencia de su hijo se sube a los gritos a una silla, esto también puede desencadenar temor en el niño.
Pero si otra importante persona de referencia como el padre no tiene miedo a las arañas y le explica al pequeño sobre los arácnidos durante una visita al zoológico este niño recordará ambas experiencias.
LA VIVENCIA DE LAS ARAÑAS CON LA MADRE SE RELATIVIZA
«Los niños reflejan su entorno», explica Romanos. La vivencia dominante se superpone a la menos dominante. «La experiencia con la madre se relativiza, pero no queda en el olvido, lo hemos aprendido». Para él es normal que los niños en fases de desarrollo padezcan miedos.
«El miedo es un sentimiento básico normal como la alegría y el deseo, que llevamos con nosotros desde el nacimiento», tranquiliza en tanto el neurobiólogo Gerald Hüther.
El miembro de la junta directiva de la Academia para el Desarrollo Potencial de Gotinga llega incluso a la conclusión de que «deberíamos estar agradecidos de tener sentimientos básicos como el miedo. Porque éste nos advierte para que no nos pongamos innecesariamente en peligro».
EN CASO DE FOBIA ACERCARSE GRADUALMENTE AL MIEDO
Lo problemático es cuando el miedo se convirtió en fobia. En ese caso, Romanos se acercaría al miedo gradualmente. «En primer lugar le preguntaríamos al niño qué es lo que le da el mayor miedo de un perro», apunta el médico especializado en psiquiatría infantil y juvenil y psicoterapia.
Por ejemplo el menor puede responder que en ningún caso se imagina acariciando un perro tan grande, pero sí viendo imágenes de un perro.
«En ese caso la observación de imágenes de perros sería el primero paso para confrontar al niño con su miedo», explica Romanos. En la terapia se trata de vivir ese miedo y superarlo, en lugar de evitarlo.
Para estimar el nivel de miedo en las situaciones de confrontación los terapeutas siempre preguntan a qué nivel de una escala imaginaria, de uno como poco a diez como mucho, se encuentra el niño en ese momento.
MIRAR AL PERRO PRIMERO A TRAVÉS DEL CRISTAL DE LA VENTANA
«En caso que el nivel de miedo indicado sea bajo, miraríamos un perro pequeño en un video, y en el próximo paso a través del cristal de una ventana», explica el experto.
El punto no es hacer que el animal parezca simpático, aludiendo por ejemplo a su agradable aspecto. Esto sólo compensaría el miedo, pero sin enfrentarlo.
Para contrarrestar las tácticas de evasión, se le pregunta al niño una y otra vez en qué está pensando. Si el niño responde «en la escuela», por ejemplo, el terapeuta dirige la atención nuevamente al perro.
Las fobias a animales son altamente tratables. «Uno no está a merced del miedo», explica el especialista. La velocidad con la que el paciente confronta al objeto-miedo depende de él, porque el terapeuta solamente acompaña. Por lo general seis sesiones ya conducen a éxitos evidentes, añade.
Por Jeannette Hix (dpa)