(dpa) – «Todo se repite»: esto es cierto, y no solo para las tendencias de la moda o la música, sino también, con algunas restricciones, en el caso de los dispositivos técnicos. Hay muchas razones por las que viejos tesoros vuelven a convertirse de repente en modernos gadgets.
Suena paradójico, pero es incluso objeto de investigación científica: «La aparición de una nueva tecnología suele dar lugar a una ola retro», afirma el profesor Sascha Friesike, de la Universidad de las Artes de la ciudad alemana de Berlín. El experto en diseño de innovaciones digitales cita como ejemplo clásico los asistentes personales digitales, o PDA, que salieron al mercado en los años 90: «Al mismo tiempo surgió todo un mercado de papelería cara», señala.
Friesike recuerda que, de repente, a diferencia de antes, la gente estaba dispuesta a pagar mucho dinero por una simple libreta de notas. «Eso se debe a que uno mismo reflexiona sobre cómo quiere hacer realmente lo que promete la nueva tecnología», señala.
El desarrollo de los smartwatches también provocó un auge de los relojes automáticos sin pilas. «Hace veinte años, este era un mercado bastante muerto», comenta Friesike. «Pero con la digitalización de la muñeca, el reloj automático experimentó un renacimiento», puntualiza.
Friesike ve una conexión con el deseo de desacelerar: «La avalancha de información y funciones del mundo digital a menudo abruma». Esto también se observa, según el experto, en la tendencia hacia la fotografía analógica: «Cuesta una cantidad desproporcionada de dinero por algo que el smartphone puede hacer realmente mejor. Pero permite una relación completamente diferente con lo que es realmente la fotografía».
No hay dudas de que se percibe un atisbo de nostalgia por los «buenos viejos tiempos», y los fabricantes de aparatos técnicos lo aprovechan hábilmente. «En el llamado marketing de la nostalgia, se incorporan a las campañas publicitarias objetos queridos y familiares de la juventud de los consumidores», explica el profesor Sascha Raithel, de la Universidad Libre de Berlín.
El especialista en marketing subraya hasta qué punto los recuerdos que los adultos tienen de su juventud influyen en el consumo: «Los productos que les marcaron durante su juventud pueden desencadenar y reforzar el sentimiento nostálgico». A menudo la gente se sorprende de que estos productos sean ya tan antiguos. Según Raithel, el Tamagotchi, por ejemplo, ha tenido tantas reapariciones que nunca llegó a desaparecer.
El hecho de que el fabricante Bandai, por ejemplo, haya sacado nuevas versiones para el 17 o, más recientemente, el 25 cumpleaños del Tamagotchi no es un caso aislado. Nintendo también ha insuflado nueva vida a sus clásicas consolas Game Boy y Super NES. «Así puedo volver a jugar a Mario Kart con mis hijos como en 1994», explica Friesike. «Para los padres es un ancla emocional, y los más pequeños también lo disfrutan», enfatiza.
Sin embargo, no todos los aparatos de antes pueden trasladarse a la era moderna a la misma escala. Las leyes del mercado son demasiado estrictas para eso: «En principio, la demanda del producto determina sus posibilidades», acota Raithel. El catedrático explica que, mientras que el disco de vinilo atrae a muchos aficionados a la música independientemente de su edad, en otros lugares «el mercado puede ser demasiado pequeño o estar demasiado fragmentado».
Según Friesike, ya no hay sitio para las cámaras Super 8 en el mercado de masas. «Estas solo tienen sentido para aquellos usuarios con altas ambiciones artísticas», puntualiza, y añade que algunos aparatos simplemente no merecen volver: «En el caso del gramófono, la calidad del sonido es tan mala que no merecería la pena».
Friesike tampoco cree que el CD vuelva a ponerse de moda: «La calidad del sonido es demasiado parecida al MP3». Además, añade, carece del atractivo que aportan los ruidos y la háptica del disco de vinilo.
En ocasiones, sin embargo, es solo el aspecto lo que entusiasma a los aficionados a lo retro. Raithel califica de éxito el planteamiento de ofrecer radios por Internet con el diseño de las antiguas radios FM de décadas anteriores. «Así se combinan ambos mundos. El producto apela a los sentimientos nostálgicos y no hay que renunciar a las comodidades de la tecnología moderna», explica el académico.
A menudo no se puede prescindir de la tecnología moderna. «Una consola de juegos antigua ya no puede conectarse a un televisor 16:9 sin más», explica Friesike. «El producto tiene que adaptarse a las circunstancias técnicas del entorno e integrarse en las condiciones de vida actuales del grupo destinatario». Lo principal es que la sensación sea la misma que antes, concluye el experto.
Por Johannes Hülstrung (dpa)