París, 5 oct (dpa) – Robert Julien se divierte ostensiblemente cuando atrae las miradas de los transeúntes en el barrio parisino de Montmartre. «Cuando las mujeres saludan, no me están saludando a mí, sino al coche», dice Julien con una sonrisa pícara mientras acciona la palanca de cambios en el volante del Citröen 2CV azul claro, el legendario coche popular francés.
Julien, ex profesor de alemán, trabaja para la empresa «4 roues sous 1 parapluie» (4 ruedas bajo 1 paraguas) y pasea a turistas por la capital francesa. Quien sube al coche de Julien rápidamente se da cuenta de que el vehículo de culto con su particular forma sigue fascinando, también 70 años después de su estreno.
El Citröen 2CV fue presentado el 7 de octubre de 1948 en el Salón del Automóvil de París. Fue el principio de una historia de éxito. Aunque el diseño rústico del automóvil también suscitaba burlas, se llegaron a vender millones de unidades del curioso modelo.
«Nosotros, en el mundillo automovilístico, tenemos un lema: este no es un coche, es un estilo de vida», dice Xavier Audran, miembro del Club Génération 2CV!. Para Audran, de 50 años, el pequeño coche es el medio de transporte preferido cuando va de vacaciones a la Costa Azul, por ejemplo, aunque también ha viajado en el 2CV hasta San Petersburgo. Le encanta la modestia del coche y que le permita entrar rápidamente en contacto con otras personas.
Audran no está solo: aunque el coche dejó de fabricarse en 1990, un gran número de fans mantienen con vida el mito. Algunos incluso han subido a Internet el típico ruido del motor.
A la automotriz Citroën le interesaba originalmente fabricar un coche económico para el pueblo. El presidente de la compañía, Pierre-Jules Boulanger, quería un coche capaz de transportar «con un confort impecable» a cuatro personas y 50 kilos de patatas a una velocidad de 60 kilómetros por hora.
Los franceses apodaron el coche «Deuche» (cabra), pero fuera de Francia tiene muchos sobrenombres diferentes, según el país, tales como «pato» en Alemania, «patito feo» en Holanda, «La cabrilla» en España, «Trola» en Chile y «Rana» o «Citroca» en Argentina.
El espartano automóvil comenzó su marcha triunfal en los años 50. Más de cinco millones de unidades se fabricaron durante varias décadas, también una versión camioneta. Sin embargo, esta cifra es muy inferior a los 21,5 millones de «escarabajos» producidos por la alemana Volkswagen.
Mientras que el «escarabajo» es un símbolo del milagro económico alemán, los franceses asocian el 2CV con los «30 anées glorieuses», los 30 años gloriosos de la posguerra. En el exterior, el 2CV era también un símbolo de Francia, como el vino tinto y los cigarrillos Gauloises. Jóvenes aventureros viajaban en este coche poco estable por el mundo. Y el 2CV incluso se convirtió en una estrella de cine: El actor cómico francés Louis de Funès subía como «gendarme de Saint Tropez» al vehículo tambaleante al igual que Roger Moore como James Bond en «For Your Eyes Only».
A lo largo de los años, el 2CV se fue adaptando una y otra vez a los nuevos colores de moda y el fabricante aumentó notablemente la potencia del motor, pero la forma nunca cambió. Hasta que el modelo se dejó de fabricar en Francia en 1988. Dos años más tarde salió el último ejemplar de la planta de Citroën en Portugal.
«Creo que hay pocos coches que despiertan tanta simpatía», dice Florent Dargnies, director de «4 roues sous 1 parapluie». Cuarenta 2CV de la empresa circulan con turistas por las calles de París.
«Este es un coche sin complejos», dice Robert Julien, uno de los conductores de la empresa. En su opinión, el incesante entusiasmo por el 2CV también tiene un ingrediente de nostalgia: el coche «recuerda a una época menos dura».
Por Sebastian Kunigkeit (dpa)