Soy Gawin, uno de los muchos guerreros que defienden nuestras verdes e indomables tierras escocesas de los invasores salvajes. Son hombres que adoran dioses extranjeros y arrasan allá por donde pasan.
Nosotros teníamos que defender Escocia en nombre de nuestro gran rey Malcom.
Nunca pensé que, a pesar de nuestro valor, armas, estrategia… a pesar de ellos mi vida se la debo a una planta.
No tiene la fragilidad de la amapola, ni la realeza de la rosa; ni siquiera tiene colores llamativos ni un aspecto agradable. Quizás por esa invisibilidad, esa humildad y ese tenue color malva pasó desapercibido ante los ojos de cualquiera.
Os contaré la historia de cómo el “cardo guardián” nos salvó a mí y a mis compañeros de batalla.
Era una noche después de una de las muchas y sangrientas batallas, esas que despojaron a madres, esposas e hijos de sus seres queridos; que dejaron aldeas arrasadas por el fuego y la destrucción.
Mis compañeros y yo nos echamos a dormir ante la mirada de la Luna, que se escondía entre las sombras.
Fui el último en irse a dormir, no sin antes agarrar mi espada contra mi pecho.
Los invasores aprovecharon nuestro descanso para atacarnos en el silencio de la noche. Pero ese silencio se rompió cuando, uno de los salvajes cubierto con pieles y pelo como el oro, pisó esta planta salvadora con sus pies descalzos para no hacer ruido.
Su aullido nos despertó y nos dio una victoria inesperada ante el invasor esa noche.
Desde ese día le llamamos “cardo guardián” y al acabar la guerra me he dedicado a estudiarla y hacer de esta planta un símbolo de nuestra bien amada Escocia.
Autora: Anayka Braña Sánchez
Fotografía : Natalia Bermúdez