Por Christoph Driessen (dpa)
KEVELAER, Alemania (dpa) – Jörg Haese es un personaje que uno no esperaría encontrar en un santuario mariano. Con el pecho y los brazos tatuados espera ante su estudio de tatuajes en Kevelaer, en el oeste de Alemania. Tiene poco que ver con el día a día del santuario católico, aunque también atiende a los peregrinos. «Sobre todo jóvenes peregrinos encuentran el camino hasta aquí», dice. Jörg les tatúa crucifijos o imágenes de María en los brazos y la espalda, según se desee.
Kevelar, en el Bajo Rin, es uno de los principales santuarios alemanes. Cada año recibe entre 800.000 y un millón de visitantes, afirma el gerente del lugar, Rainer Killich, quien explica que con ello son el segundo mayor lugar de peregrinaciones de Alemania después de Altötting, en el sur del país, casi en la frontera con Austria.
El centro del santuario es una pequeña capilla, desde fuera más bien modesta, pero con mucho oro y pompa en su interior. Un fuerte contraste con el motivo de adoración, una imagen de Maria de a lo sumo un palmo de altura de tiempos de la Guerra de los Treinta Años. Es una estatuilla negra, fuertemente envejecida.
Bajo la «imagen de la gracia», como se la conoce, se encuentra una ranura para insertar monedas con el aviso: «Para la pastoral del santuario (a la atención del párroco)». Cada vez que alguien introduce 50 céntimos o un euro, se le oye golpear el fondo.
Muchos peregrinos contemplan Kevelaer como una caja de los deseos. En la vecina capilla de las velas hay un libro en el que escriben sus deseos. «Querido Dios, ayúdanos. En estos momentos no lo tenemos fácil, sobre todo financieramente. Ayúdanos a encontrar una vivienda. Queremos ser felices de nuevo».
Una cosa es segura: La acción milagrosa de María es un firme factor económico. Kevelaer realiza un merchandising, del que algún que otro lugar turístico podría copiarse algo. Incluso el quiosco de comidas tailandés tiene una estatua de María en el escaparate. Varios comercios están especializados en la venta de figuras de santos, ángeles y belenes. «Los peregrinos nos compran figuras para el belén hasta en verano», afirma la vendedora Christa Maiweg.
Aquí, uno puede gastar hasta 5.000 euros en una sola figura. Algunas familias alemanas o de la vecina Holanda vienen cada año por el Adviento y buscan juntos una nueva figura. El surtido de figuras de belén es enorme, desde palmeras, camellos y elefantes, hasta hogueras y edificios.
INFORMACIÓN BÁSICA: Kevelaer
Cómo llegar: Kevelaer se encuentra en la región alemana de Kleve, junto a la frontera con Holanda. Lo más sencillo es llegar en auto. En los últimos años ha aumentado fuertemente el número de peregrinos que llegan a pie o en bicicleta.
Alojamiento: El lugar dispone de muchos pequeños hoteles y pensiones que respiran el espíritu de otros tiempos, como se puede apreciar en nombres como «De la manzana dorada», «Hotel de las llaves doradas y plateadas», «Casa de huéspedes de la Cruz Blanca» o «Reina de Holanda».
Cuándo viajar: La verdadera temporada de peregrinaciones es de mayo a septiembre. En diciembre, un mercado navideño atrae a muchos visitantes. En lugar de vino y salchichas hay obras de artesanía.