
(dpa) – Ya pasaron más de 50 años desde que el mundialmente famoso Escarabajo de la empresa automotriz alemana Volkswagen se convirtió en el Buggy, con la decisiva intervención del constructor de botes californiano Bruce Meyers.
Si fuera por el jefe de diseño de VW Klaus Bischoff, el legendario coche playero podría experimentar pronto un regreso. «Nos falta un auto con carácter, alguien que acapare las simpatías, que genere buen humor», fue su diagnóstico.
Y no dudó en mirar hacia atrás para encontrar una solución: desde el Salón de Ginebra en la primavera de este año, el Buggy volvió a estar en boca de todos. Todos esperan que el vehículo pueda regresar con la técnica del ID.3 eléctrico de alguna manera en una pequeña serie.
Esta esperanza no es injustificada, como lo demuestra el original que sirvió de modelo a Bischoff: porque incluso el primer Buggy no fue un desarrollo propio, sino una adaptación basada en el Escarabajo de VW.
El ideólogo fue el californiano Meyers en el paraíso del surf Pismo Beach, que quería un auto «cool» para la playa. «Y como no me lo podía comprar, me lo construí yo mismo», recuerda el hombre que ahora tiene más de 90 años.
PLÁSTICO EN VEZ DE METAL
De metal no podía ser. Primero, porque los coches metálicos de playa de sus amigos se desarmaban constantemente. Y, en segundo lugar, porque la mayor parte del tiempo trabajaba con plástico reforzado con fibra de vidrio en su astillero.
El Escarabajo fue elegido como base por este hombre habilidoso, porque se adaptaba perfectamente con su motor trasero y porque además estaba disponible de a montones como uno usado barato o en el montón de chatarra.
«Sacar la vieja carrocería, colocar la nueva, achicar antes el chasis y colocar un par de neumáticos voluminosos en los ejes, y ya el Beetle se convertía en un beachboy», explicó la fórmula con la que en 1964 fue al taller. En Estados Unidos el Escarabajo frecuentemente es llamado Beetle.
INESPERADA PRODUCCIÓN EN SERIE
Pero la idea no se agotó en un solo auto. Como su mujer le hizo algunos reclamos y a muchos de sus conocidos les gustó el coche y se podía reproducir fácilmente la carrocería, Meyers rápidamente se dedicó a una especie de producción en serie.
Además fue copiado por otras innovadores y constructores de carrocerías, que desarrollaron sus propios Buggys, por ejemplo Karmann en Osnabrück, Alemania.
Y, medio siglo después, el concepto sigue funcionando. Con el eléctrico ID Buggy y sobre todo con el original: sólo protegido por un pequeño parabrisas, uno se sienta sin techo ni puertas en una colorida bañera de plástico y se siente desguarecido tanto frente a diversos elementos como a las miradas de los demás.
CORRIENDO CON EL BUGGY POR LAS DUNAS
Y si el automóvil ya está en el foco de interés, también debe ofrecer algo a su público… Y eso es lo que el Buggy puede hacer, a pesar de un pobre Boxer de 1,5 litros con una sobriedad de 32 kW/44 CV.
Si el motor tiene que mover poco más de 500 kilogramos de tara y no hay nada más que playa bajo los neumáticos de baja presión, entonces la arena sale rápidamente disparada hasta metros de altura y el biplaza se convierte en un torbellino entre las dunas.
Pero en la carretera ese ímpetu retrocede rápidamente: hasta la velocidad de 100 km/h, el Buggy necesita unos 30 segundos y ya no puede ir mucho más rápido. Pero, sinceramente, si 50 kilómetros por hora ya se perciben como una velocidad rápida, ¿quién quiere ir tan veloz?
LOS BUGGYS USADOS, UN MERCADO SEMIVACÍO
Meyers contó con numerosos imitadores. Según estimaciones del portavoz de VW Christian Buhlmann fueron construidos unos 250.000 buggys por más de una docena de firmas.
Pero con unas regulaciones cada vez más estrictas en materia de colisiones y gases de escape, y sobre todo con el fin del Escarabajo, pasó la era de las «pulgas de playa», sobre todo porque la mayoría de las playas fueron cerradas en algún momento al tránsito de coches.
Por lo tanto, también es consecuentemente limitada entretanto la oferta de usados. Comparativamente hay que buscar un tiempo largo y escarbar profundamente en el bolsillo si desea correr a través de la zona con un Buggy.
«El mercado se encuentra prácticamente vacío», explica Klaus-Dieter Ulrich, a cargo de la colección Karmann en Osnabrück. Para un ejemplar Karmann bien conservado es necesario desembolsar entre 15.000 y 20.000 euros (entre 16.500 y 22.000 dólares).
Según Bruce Meyers, la situación no es muy diferente para el original. Quien no quiera buscar un coche usado, tiene que apostar al jefe de diseño de VW Bischoff. Porque él asegura que preferiría una producción en serie del ID Buggy hoy antes que mañana.
Por Thomas Geiger (dpa)