Montevideo, 17 abr (EFE).- Jinetes, payadores, artesanos y gauchos de toda edad y condición colman Montevideo en estas fechas con la celebración de la Semana Criolla, la fiesta rural por excelencia del Uruguay que se celebra desde hace 89 años y que constituye uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad.
Como cada Semana Santa, los más osados jinetes y los mejores payadores, cantores improvisados del folclor tradicional uruguayo, se dieron cita en el predio de La Rural de la capital uruguaya para entretener con sus costumbres de hombres de campo a los centenares de miles de turistas que acuden a disfrutar de las tradiciones más arraigadas del interior del país.
Entre jóvenes tatuados, familias urbanas de clase media, niños y funcionarios, son los gauchos, ataviados con sus bombachas (pantalones de montar), sus botas altas, sus anchos cinturones de tela y cuero, sus puñales repujados, sus camisas a cuadros y sus sombreros, así como con sus elegantes ponchos o mantas de campo, quienes hacen suyo, tanto como protagonistas como observadores un evento único y muy querido en todo el país.
«Esta es la principal fiesta de la cultura rural del Uruguay, que se da paradójicamente en su ciudad más grande, Montevideo. Por aquí pasan jinetes, tropilleros (pastores de caballos), cantores criollos o payadores, en un gran encuentro donde ciudad y campo se reúnen de alguna manera y su cultura se expresa», explicó a Efe Fernando González, gerente de eventos del Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo.
El plato fuerte de la Semana Criolla, que también incluye importantes eventos musicales y mercadillos de artesanías, son los concursos de jineteadas y tropillas, que atraen a los mejores jinetes y criadores de caballos del país para competir en este duro y peligroso deporte, que fue votado en 2006 por el Parlamento uruguayo como deporte nacional.
Ante miles de espectadores, los jinetes tratan de dominar con el mejor estilo a los potros a los que azuzan con espuelas para que corcoveen (salten) lo más alto posible por el aire.
«Son dos concursos simultáneos, la jineteada que valora la destreza del hombre sobre el caballo, y el de tropillas, para los dueños de los potros, que suman puntos por su actuación, su actitud y sus saltos», apuntó González.
Durante los ocho días de la feria, más de un centenar de jinetes participan del concurso, entre constantes y muy duras caídas y pisotones de los potros, mientras un payador al micrófono y guitarra en mano va narrando la competencia improvisando rimas y chanzas.
La presencia de los caballos, central para la fiesta, ha generado el rechazo de grupos defensores de los derechos de los animales, si bien, según dijo González, está prohibido dañar a los potros durante todo el evento.
«Los caballos deben se cuidados y preservados, las espuelas deben molestar pero no herir, para que el caballo se sienta intimidado y corcovee, pero que no se le lastime», añadió.
La fiesta es uno de los mayores ejes del turismo interno en Uruguay para la temporada de pascua, además de atraer visitantes de otras áreas de cultura gauchesca como Argentina, Paraguay o el sur de Brasil.
Pero sobre todo son los montevideanos los que acuden a disfrutar de «los pocos momentos que tiene» en el año para vivir «la cultura rural».
«Pasan más de 300.000 personas por esta fiesta en los ocho días que dura. Y eso para Uruguay es mucha gente, un diez por ciento de la población», recordó Fernández.
El gerente adelantó que para el año que viene, cuando se cumplan los 90 años ininterrumpidos del festejo de la Semana Criolla, desde la organización se piensa «tirar la casa por la ventana» y buscar elementos para atraer al público del exterior.
«Seguirá siendo lo más tradicional, pero querríamos tener un faro importante, un atractivo particular para que venga más gente a disfrutar de lo nuestro», concluyó Fernández.
Por Álvaro Mellizo